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Transformar la escuela rural e indígena: Mendoza Zuany


 

En Jardín Lac nos encontramos hoy con Guadalupe Mendoza Zuany, investigadora del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana. Doctora en Política por la Universidad de York (Reino Unido), en este momento, junto con el Dr. Juan Carlos A. Sandoval, dirige el proyecto Hacia una nueva pertinencia y relevancia de la educación rural e indígena: aprendizaje situado para la sustentabilidad a partir de narrativas locales sobre preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas y su articulación al currículum nacional.



Fotografía de MARÍA CONSUELO NIEMBRO DOMÍNGUEZ

Tú eres una persona que has pensado vincular desde tu profesión dos agendas que no siempre han tenido diálogos en México y otros países de la región, la biodiversidad y la diversidad cultural.


Sabemos que México es un territorio con una gran diversidad biológica. También con una gran diversidad lingüística. Pero, tal vez me equivoco, más allá de que ambos son temas que se tocan en libros de texto y programas de estudio, parece que la educación universal, tanto en México como en muchos otros países de la región, ha actuado en contra de esas diversidades.



Cuéntanos, ¿qué es lo que se han propuesto realizar y por qué el proyecto es diferente?

Nos hemos propuesto hacer investigación educativa que incida directamente en las escuelas, sobre todo rurales e indígenas, para lograr que los aprendizajes de los niños y las niñas sean significativos. Es decir, queremos que los aprendizajes tengan sentido en el contexto donde viven y a la vez les permitan ampliar su mundo, que se conecten a otros contextos diferentes. El objetivo más amplio es el cuidado de nosotros mismos, de nuestras comunidades y del entorno que habitamos poniendo a dialogar conocimientos locales y conocimientos escolares.


¿Cómo lo hacen?

Trabajamos directamente con docentes, niños, niñas y jóvenes de escuelas, con actores sociales de las comunidades en un intento colaborativo por transformar la escuela. Nuestro proyecto tiene un componente técnico, que busca ofrecer una metodología para que los docentes propicien un proceso de aprendizaje que parte de historias locales que se documentan en el entendido de que contienen conocimientos, prácticas y preocupaciones locales. A través de las historias re-conocemos los saberes de la comunidad.


Una metodología para que los docentes propicien un proceso de aprendizaje que parte de historias locales que se documentan en el entendido de que contienen conocimientos, prácticas y preocupaciones locales. A través de las historias re-conocemos los saberes de la comunidad.


Nos interesan particularmente las historias que cuentan personas que no han podido contar sus relatos porque no han estado autorizados para contarlas, porque hay historias oficiales que cuentan una versión que se plantea que es común. Pero las comunidades son diversas y por ello se pueden encontrar en ellas diversas versiones de lo que les preocupa. Un ejemplo de ello son las historias contadas por mujeres sobre el cuidado prodigado por ellas y el cuidado que se les otorga.


Pero además de ese componente técnico, esa propuesta para los docentes sobre cómo llevar a cabo un proceso de aprendizaje que parte de historias locales, nuestro proyecto busca que la escuela se convierta en generadora de conocimiento para acercar al género humano con la naturaleza y así actuar desde lo local ante la crisis socio-ecológica que enfrentamos. El proyecto busca a su vez mostrar que hay muchos conocimientos que no son valorados, y también muchas formas de conocer, de aprender, de enseñar, en las escuelas y en las comunidades. No solo nos hemos encontrado con muchos conocimientos locales relevantes y pertinentes, no sólo desde el punto de vista cultural y también ambiental que tenemos que reconocer, valorar y llevar a la escuela, sino también formas diversas de aprender y conocer.


El proyecto busca a su vez mostrar que hay muchos conocimientos que no son valorados, y también muchas formas de conocer, de aprender, de enseñar, en las escuelas y en las comunidades.


Buscamos cuestionar desde la escuela la idea del ser humano como el ser supremo del planeta, como su amo de todo y todos, para transformar nuestra forma de habitar el mundo y construir una relación respetuosa con otras especies y al interior de nuestra propia especie humana, reconociendo nuestra diversidad.



¿Qué es lo novedoso?

El trabajo directo con los maestros para inducir su acercamiento a las comunidades donde trabajan, para que se adentren a conocerlas a fondo, para que identifiquen elementos necesarios para conducir un proceso de aprendizaje que parta de lo local. Los procesos educativos tienden a ser homogeneizantes y pensados desde y para contextos urbanos; por ello, nosotros proponemos una metodología que es situada, que parte del contexto y que valora lo que la gente sabe y hace para cuidarse y cuidar su propio entorno. Por su gran relevancia, esto no es susceptible de ser abordado como una asignatura o un tema, sino que debe ser integrado como un asunto que permee todo el currículum.


Consideramos que esta dimensión socio-ecológica refleja las preocupaciones más cotidianas de los actores comunitarios, incluidos los niños y las niñas, como puede ser el acceso al agua limpia, el acceso a fuentes de energía que no dañen su salud, la posibilidad de alimentarse sanamente, entre otras.


El proyecto también contempla propiciar la escritura de historias por parte de niños y niñas y para ello organizamos un concurso de narrativas sobre el cuidado de nosotros mismos, de nuestras comunidades y nuestro entorno, donde participaron 43 niños y niñas indígenas, afromexicanos y que viven tanto en las ciudades como en zonas rurales. De lo que escribieron y compartieron yo resaltaría que los niños tienen ideas claras y contundentes de cómo debemos cuidarnos y actúan en consecuencia, son coherentes entre lo que piensan y lo que hacen; saben que el cuidado es central para vivir, el cuidado está presente en ellos como un asunto experiencial cercano y es absolutamente real y central, a través de su escritura y sus textos lo manifiestan.



Un segundo aspecto que resaltaría es que al leer sus historias es posible darnos cuenta de que estamos equivocados al concebir a los adultos como los únicos que pueden aportar ideas y propuestas concretas y fundamentadas para el cambio y la transformación de nuestra forma de habitar el planeta; sin duda, tenemos que escuchar a los niños. Y añadiría que haber incentivado a la escritura como vía de expresión, de acción y de emoción en este momento tan crucial de nuestra existencia y que sin duda marcará nuestras vidas y las de futuras generaciones ha sido muy valioso; la decisión y la acción de escribir y compartir sus historias colocó en el escenario de estos niños un proyecto que los emocionó y que los embarcó en el planteamiento de ideas y sueños en un formato libre de escritura que nos mostró las múltiples rutas que encuentran para comunicar lo que piensan, lo que han vivido y lo que sienten. 



¿Cómo le dan valor a la memoria histórica en un momento en el que todo se vuelve susceptible de ser olvidado?

La memoria histórica es construida por todos y todas. Nombrarla y darle un lugar en el espacio y tiempo escolar, sin convertirla en una cosa fija, son proyectos importantes para las comunidades. Las comunidades indígenas tienen claro que se encuentran inmersas en procesos de olvido; el discurso antropológico reiterado del rescate y la revitalización que tiene influencia en los actores sociales lo constata, aunque no se exprese contundentemente en el ámbito educativo. Nosotros diríamos que la escuela puede ser espacio para recordar, para reflexionar críticamente sobre lo recordado, para crear nuevos elementos que nutran la memoria y pensar en el futuro. Las historias cotidianas que se crean fuera de la escuela son fundamentales para un nuevo proyecto histórico, social y ecológico que requerimos. Queremos propiciar que las escuelas se sientan interpeladas a escuchar, valorar y capitalizar lo que los actores sociales tienen que decir en sus historias.



¿Qué es para ustedes vincular educación e investigación ? ¿Qué investigan y cómo lo aplican?

Intentamos hacer una investigación crítica que busca transformar la educación en colaboración con actores sociales. Como equipo hemos transitado hacia el desarrollo de proyectos que contribuyan a reflexionar, crear y actuar para habitar de forma sustentable – en el sentido amplio de la palabra – el planeta que compartimos con otras especies. Desde la investigación educativa crítica y comprometida con actores concretos, en procesos concretos, buscamos incidir desde un esquema de trabajo que sea horizontal y que reconozca que todos somos sabedores y creadores.


Esto implica cuestionar a la investigación en sí misma, como lo han hecho quienes se han preguntado para qué investigo y qué contribución hago y para quién(es). En este sentido, hacemos investigación con grupos concretos – docentes indígenas, docentes rurales, mujeres afrodescendientes, mujeres indígenas, etc. – para el desarrollo de proyectos en el ámbito educativo cuyos objetivos emanan de sus propias preocupaciones, formas de ser y conocer.



¿Cómo piensas que esta situación pandémica nos puede permitir construir una nueva normalidad, más inclusiva, que no sólo haga de la diversidad un tema de estudio sino una manera de vivir?

La pandemia para mí es una oportunidad de repensar mi lugar en el mundo. Hemos podido ver lo peor de la humanidad: el no cuidado de los demás ni de sí mismo, la explotación laboral, el poco valor atribuido a la vida, la violencia contra personas ya de por sí vulneradas, la insensibilidad ante el dolor, la preeminencia de los intereses económicos, la expresión numérica inexacta de la muerte y la enfermedad, las omisiones ante la crisis, la discriminación, la violación sistemática de los derechos humanos, etc. A la par han emergido, en lo cotidiano, en los hogares, en las comunidades, expresiones de cuidado, solidaridad, acompañamiento, compartencia, generosidad, etc. Pienso que más que mostrarnos la diversidad de nuestra sociedad, esta pandemia nos ha mostrado que somos lo mismo, somos una especie en crisis, y más que distinguirnos y diferenciarnos, debemos reconocer nuestros puntos de contacto y trabajar firmemente en borrar la desigualdad e inequidad que hiere y mata. He estudiado varios años la diversidad cultural como riqueza, particularmente en el ámbito educativo, y considero que si bien su reconocimiento es crucial para una manera de vivir justa y digna, debemos explorarla y enarbolarla articuladamente a la equidad, la igualdad y la justicia ambiental. ¿Cómo pensar en el despliegue de la diversidad cultural y lingüística en un mundo que estamos destruyendo aceleradamente?




 

Nuestra comunidad


Se hace yumare para ofrecer a dios (onoruame), darle gracias por lo que nos da, salud, alimento y el agua, se hace yumare para que llueva, se baila pascol y matachín, se matan chivas o vacas, y gallinas, se pone en la cruz, también se hace tesgüino, seguimos usando nuestras costumbres.


Ruth Abigail Manuel Batista, 7 años, raramuri de la baja Tarahumara

Mogótavo, Municipio Urique, Chihuahua.




Carrera de bola



La carrera de bola se juega por divertirse, juegan los raramuri, mi abuelo jugaba, era muy bueno, iba a participar y juega contra las otras comunidades, a veces mi abuelo ganaba y a veces perdía.


La bola se hace a mano, se busca en el monte una madera que sirva para hacer bola, y luego se agarra y se hace, es muy difícil de hacerlo. Y cuando terminan

algunos los venden, algunos lo mandan a hacer, como mi abuela, le dijo a un señor que hiciera tres bolas y nos trajo, y mi abuela le pago con 100 pesos. Jugamos, nos enfrentamos a los demás, pero perdimos, pero la otra semana ganamos. Nos pusimos muy felices y luego nos dijo una señora que íbamos a jugar otra vez y no jugamos. Nosotros, mis primos y yo no sabemos jugar tanto, unos ya saben jugar más. A mi me gusta correr también. Mi abuela me conto que mi tatarabuelo, le gustaba correr mucho, que hacía dos días y dos noches, que era el mejor y el ganador como un “Joku” los que están ahora ya casi no saben jugar, dicen mi abuela que antes jugaban mucho, y que ahora ya no juegan que están muy barrigones y ya no pueden correr. Listo. Ya termina, hasta aquí, cuento la historia de la carrera bola.


Waru chiriweraba (muchas gracias).


Ernesto Yovanny Moreno Batista, 12 años, raramuri de la baja Tarahumara

Mogotavo, Urique, Chihuahua.




Los animales de Robin


Había una vez un niño llamado Robin su sueño es ser veterinario ya que desde

más pequeño le gustan los animales, su primer mascota fue un gato llamado

michis, michis era como una gran bola de pelo blanco, miedosa y unos grandes

ojos azules, el la cuido como si fuera lo más preciado que tuviese, michis creció

muy saludable y gordita después de unos meses a michis la llevaron operar para

que no tuviera gatitos y estos mismo estuvieran sin hogar, a Robin le ha tocado

ver animales en la calle pasando frio, hambre sin una familia que los quiera y eso es lo que no quería que le pasara a sus gatitos.


A Robin le trajeron un pollo a la casa para que lo despertara cada mañana, solo

que había un problema, no se llevaba con michis cuando se encontraban se

peleaban los dos pero con el tiempo ellos se hicieron buenos amigos pero cuando su mamá trajo otra pollita como que el gallo y michis dejaron de ser amigos al pasar más tiempo con la pollita, como michis ya estaba acostumbrado solo se alejó de su amigo, michis se sentía sola sin quien jugar pero en eso llego Rosalía ella era gatita flaca, con manchas igual que una vaca michis se había vuelto amargada y la compañía de Rosalía no era su favorita ya que Rosalía al ser pequeña solo quería jugar, brincaba y subía por toda la casa ya que era muy

extrovertida era como si las dos fueran polos opuestos, solo se les podía ver

juntas a la hora de comida.


Era complicado pero las dos se entendían a su manera, los pollos trataron de

hacer su crear su propia familia, la gallina empollo tres huevos durante algunos

días, fueron varios días hasta que el día menos esperado nacieron y ese mismo

día hubo un temblor que pudo despertar hasta la persona más floja, eran tan

pequeños los pollitos, se podía ver un amarillito y otros dos que parecían gemelos.


Rosalía aparte de juguetona era una excelente cazadora, ella imaginaba que los

pollitos eran su comida y solo trataba de cazarlos, pero sus papas de los pollitos

los cuidaban tan bien que no dejaba que se les acercara, después de unos

cuantos días Rosalía se dio cuenta que esos pequeños pollos eran de su familia y

no debía hacerles daño que pueden estar juntos unos con los otros y ser una gran familia sin importar sus diferencias, Robin era tan feliz al darse cuenta que todos pueden convivir en un mismo lugar sin importar la especie, el color o hasta el tamaño.


Robinson Paolo Poxtan Sandoval, 11 años, Fortín, Veracruz.



Mi nombre es Cora


Historia inspirada en esta escultura y placa ubicadas en el Santuario de aves Norman en Middletown, Rhode Island, Estados Unidos.

Hola, mi nombre es Cora. Soy una cotorrita de Carolina. Quizá te sorprendas

de que te cuente mi historia. Después de todo, estoy extinta. Pero quiero que sepas cómo fue que desaparecí hace cien años.


Mis amigos y yo estábamos muy felices en nuestro hogar. Éramos los únicos

cotorritos nativos de la costa este de Estados Unidos. Hasta que un día, los humanos vinieron y nos atacaron.


Tumbaron los árboles en los que vivíamos para hacer sus casas y sus campos, y pronto habían construido toda una ciudad en nuestro bosque. Además, los humanos comenzaron a cazarnos para quitarnos nuestras plumas de colores y usarlas como adorno en los sombreros de las señoras. También se enojaban cuando comíamos un poco de sus cosechas, que se veían muy ricas, y nos tiraban balazos.


Pero lo más duro fue cuando nos enfermamos. Los humanos trajeron a nuestro bosque aves de corral que tenían enfermedades de las que no nos pudimos defender. El último de mis ancestros murió en un zoológico, solo y lejos de nuestro hogar.



¿Por qué te cuento todo esto? Pues para recordarte cuánto ha cambiado nuestro planeta cuando los humanos hacen cosas que nos lastiman a nosotros los animales. Los cotorritos de Carolina éramos personas vivas también, merecíamos tener buenas vidas, conservar nuestro hogar, nuestro alimento y nuestra salud.


Queremos recordarte que aunque nos veamos diferentes, seamos chiquitos y no hablemos, somos creaturas como tú.


Acuérdate de mi nombre, Cora. Espero que recuerdes nuestra historia para tratar mejor a todas las creaturas que tienes a tu alrededor.


Bye, bye!


La cotorrita Cora


Sara Luna Montero-Safier, 7 años, Providence, Rhode Island, Estados Unidos


 


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