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Nacimos a la vida pública en medio de un confinamiento que ha trastornado nuestras vidas como personas, familias, instituciones y países. En Jardín Lac asumimos que este trastorno es una oportunidad para revisar y (re)comenzar.  Nos motiva insistir en la construcción de un espacio público  —un concepto en continua (re)construcción—.

 

Nueve meses después, revisamos nuestros diez valores iniciales y vimos que era necesario precisar. Que era conveniente añadir y enriquecer. Y los diez se hicieron doce. Enunciamos aquí esos doce principios que nos orientan y con los que aspiramos a ser congruentes. Al concebir la congruencia como una aspiración nunca del todo cumplida, manifestamos una disposición a estudiar, experimentar, revisar, analizar y corregir lo que hacemos y propiciamos. A transformarnos, con una visión crítica y propositiva. Con la alegría de compartir y difundir experiencias propias y ajenas.

 

Pensamos que sin principios no hay fines por los que valga la pena invertir esfuerzos y recursos. Estos valores pretenden animar una discusión, sin cerrarla. Invitan a actuar y a pensar. Aspiran a reflexionar sobre lo que vemos y hacemos, para seguir construyendo nuestro jardín, que también es tuyo.

 

La integridad

Es el valor de los valores. La integridad busca que cada valor esté relacionado con un conjunto, y sin este principio holístico, los demás valores no tendrían ningún sentido. 

 

La escucha

La escucha es un compromiso con los y las otras. Al mismo tiempo, alienta a cada persona a descubrirse diferente de quien creía ser. ​Supone un nivel de compromiso y respeto por nuestra otredad, una apertura para cambiar de posición y replantear nuestra propia identidad y lugar en el mundo.

 

La conversación

La conversación es un acto cultural por excelencia. Conversar con otras y otros es crear y compartir un territorio que no tiene dueño. La conversación se da tanto de manera oral como escrita. Conversamos con los presentes y con los ausentes, con los vivos o con los muertos. Frente a cierta cultura reinante, individualista y narcisista, la conversación supone que lo que creemos propio nace del encuentro con otra u otro y se abre a alguien que, tal vez, llegará. Conversar implica una actitud de no posesión. Invita a asumir el cuidado de una cadena entre generaciones.

 

La curiosidad

La curiosidad como principio vital. No sólo remite a lo que nos falta y nos llama, sino también a lo que podríamos ser y no sabíamos. Alimenta la posibilidad de desplazarnos más allá de la manera en que la se nos clasifica. Si está dormida, queremos despertarla. Si está viva, cultivarla. Hoy la curiosidad tiene un valor político innegable: Interesarnos en las y los diferentes, en quienes se desplazaron hasta donde estamos como migrantes o en los mensajes que nos hacen llegar a través de los medios y las redes: ¿cómo podemos convivir aunque no estemos de acuerdo?

 

El deseo de aprender

El deseo de aprender se estimula (o inhibe) a lo largo de la vida, en distintos espacios, no sólo en los lugares consagrados a ello, como la escuela. Se realiza de múltiples formas: autoaprendizajes, aprendizajes por la práctica, aprendizajes colaborativos. Aprendizajes entre pares y entre diversos, de todas las edades, de bebés a adultos mayores. Buscamos abrir espacios para propiciar aprendizajes.

 

El reconocimiento de los saberes

El reconocimiento de los saberes de todas las personas, independientemente de su condición social, edad, género, formación académica e historia escolar. Toda persona aprende, aun sin maestros, formales o no. En cualquier lugar. Esos aprendizajes se constituyen en saberes al prosperar en el tiempo, alimentados por la conversación. Jardín Lac invita a reconocer los saberes de las y los otros, y a valorar los propios a través de diálogos e interacciones.

 

La hospitalidad

Entendida no sólo como el arte de hacer sentir a cada persona en casa, sino como la apertura de un espacio para dialogar con el diferente y con lo desconocido. La casa que habitamos la construimos así, con palabras y gestos como ladrillos, y escucha como argamasa. La hospitalidad es paciente y flexible. Convoca a mantenerse abierto a lo inesperado. Seremos siempre un espacio hospitalario.

 

La belleza

¿Se puede invocar a la belleza sin reconocer al mismo tiempo las atrocidades que se han perpetrado en su nombre? ¿Se puede considerar a la belleza como un valor sin que millones de personas se sientan excluidas o discriminadas? Creemos que sí.

La belleza como un valor supone relacionarnos con el mundo, e invita a hacer mundo a través de los sentidos. Partimos de que toda reivindicación de la belleza debe provenir de un reconocimiento no colonialista ni sexista de la diversidad estética.

Lo bello está vinculado al cuidado de la vida y a la dignificación de los espacios donde esta se fortalece. Es un derecho compartido que invita a habitar integralmente el mundo, que permite enfrentar desde una posición diferente los espacios de violencia, exclusión y dominación. Queremos fortalecer el ejercicio de este derecho, no sólo al compartir o propiciar experiencias artísticas y otras que no son reconocidas como “arte”, pero que surgen de este cuidado y provocan placer. Queremos poner cuidado en lo que hacemos: tomarnos tiempo para hacerlo, crear un tiempo para la belleza.

 

La diversidad

La diversidad es inherente a la vida biológica y social, en sus diversas dimensiones y un requerimiento para preservarla. Queremos reconocerla y honrarla, entre los seres humanos y en el entorno, aunque sea fuente de conflictos.

 

La solidaridad

Supone un compromiso proactivo con los y las otras. Hacer algo para apoyarles, para garantizar su existencia y su lucha. Es el tránsito de la escucha a la acción, sin dejar de seguir escuchando.

En un momento en el que es preciso garantizar la diversidad, también es necesario apostar porque la diversidad no sea una manera de aislamiento, un aliciente para desvincularse.

La autonomía

El reconocimiento de cada quien a ejercer su libertad para incentivar la convivencia desde la responsabilidad asumida. La autonomía no para propiciar el aislamiento de un individuo o una comunidad ante las y los otros, sino para estimular el vínculo horizontal.

La creación

Optamos por la creación y la (re)creación. Crear es un riesgo, una decisión. Puede ser, también, un accidente. Incluso en ese caso, es una apuesta por propiciar la aparición de algo que quizás no existía antes o que cobra una nueva vida. La creación no es un suceso repentino e insólito, sino un proceso dilatado que requiere un diálogo profundo con aquello que ya ha existido antes. Para eso creamos un nuevo espacio.

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