Las bibliotecas sin libros existen. Son aquellas que no disponen de libros impresos y que en su lugar cuentan exclusivamente con material en formato digital. Este tipo de biblioteca no debe confundirse con la biblioteca virtual. La biblioteca en línea o virtual es aquella que también se conforma de material digital y a la que puede accederse a través de internet, pero que no tiene un espacio físico (Proyecto Gutenberg, Standard Ebooks, Wikisource, Open Library, Bibebook, Planeta libro...)
La digitalización de los libros y documentos que antes se consultaban en papel, ha hecho que las bibliotecas de todo el mundo, pero sobre todo las bibliotecas públicas, se pregunten si deben seguir destinando espacio, tiempo y recursos a ocuparse de sus materiales en papel o si deben, como lo han hecho ya algunas bibliotecas pioneras en algunas partes del mundo, optar por eliminarlos del todo o en parte. Mantener libros y revistas en papel ocupa mucho espacio y es costoso, ya que hay que guardarlos, mantenerlos, ordenarlos y actualizarlos. Algunas bibliotecas icónicas, como la Biblioteca Pública de Nueva York, han tomado la decisión de guardar gran parte de su colección en almacenes fuera de la ciudad para liberar espacio y así poder mejorar las instalaciones de sus usuarios. La digitalización ha hecho que la desaparición de los libros impresos se convierta en una posibilidad real e incluso deseable para muchas bibliotecas.
David A. Bell, historiador de la universidad de Princeton, en uno de sus artículos más controvertidos, predijo ya en 2012 la desaparición, dentro de algunas décadas, del libro en papel, así como de las bibliotecas tal y como las conocemos hasta ahora.
La posibilidad de optar por una biblioteca sin libros nos lleva a hacernos varias preguntas: ¿qué es lo que define una biblioteca y sobre todo una biblioteca pública? ¿Cuál debe ser la misión de la biblioteca pública? ¿Qué papel tendrán las bibliotecas cuando sus usuarios no las necesiten para consultar o pedir libros prestados?
La mayoría de las personas no solo acuden a las bibliotecas en busca de información, sino que van al encuentro de diferentes cosas que pueden ser desde libros, películas, revistas y periódicos, hasta un sitio donde sentarse a pensar, disponer de un escritorio, de una computadora o de internet. Las bibliotecas públicas siguen siendo lugares para leer, estudiar y trabajar en paz, espacios gratuitos accesibles a todos. Las bibliotecas, de manera similar a los museos, se consideran como refugios culturales. Mucha gente incluso acude a ellas sin ningún propósito, solo para pasar un rato y ser parte de la comunidad que se reúne en el edificio. Como señala Zadie Smith, una biblioteca bien manejada estará llena de gente porque lo que ofrece no se puede encontrar en ningún otro sitio: un espacio público interior en el que nadie está obligado a comprar nada para permanecer en él. Por lo mismo, la experiencia de la biblioteca pública no puede recrearse en línea, porque no se trata únicamente de tener acceso a libros o a información.
Como señala Zadie Smith, una biblioteca bien manejada estará llena de gente porque lo que ofrece no se puede encontrar en ningún otro sitio: un espacio público interior en el que nadie está obligado a comprar nada para permanecer en él.
A pesar de que la mayoría de los operadores y usuarios de las bibliotecas reconocen la labor multifacética de las mismas, existen grandes diferencias de opinión en lo que se refiere al modelo que deben seguir las bibliotecas en vistas a un futuro cada vez más digitalizado, tecnológico e incluso virtual. Uno de los puntos principales es el balance que debe mantener una biblioteca entre el espacio dedicado a guardar libros y el espacio dedicado a otros fines. Eliminar sitio para guardar libros impresos permite otorgar más lugar a los usuarios y liberar recursos para mejorar las instalaciones. Bell mantiene que es difícil justificar el gasto en libros que están disponibles en línea de forma gratuita y considera ilógico que las bibliotecas públicas destinen recursos a mantener copias físicas de libros que se encuentran en el dominio público en formato electrónico (gracias a iniciativas como Google Books o el Internet Archive).
A pesar de que actualmente existen varias bibliotecas sin libros en el ámbito universitario, pocas bibliotecas públicas se han decantado por este modelo. Sin embargo, las pocas que lo han hecho, cuentan con una gran aceptación por parte de sus usuarios y son consideradas pioneras en lo que se dice será el modelo del futuro. Representan el cambio de mentalidad de una lógica de posesión de contenido a una lógica de acceso a contenido.
Creada en 2013, la BiblioTech es la primera biblioteca pública sin libros en Estados Unidos. Nelson W. Wolff, la persona que ideó el concepto, deseaba construir un centro cultural accesible a toda la comunidad del condado de Bexar, en San Antonio, Texas. Su idea era facilitar a los usuarios el acceso a la tecnología (internet, lectores digitales, computadoras, cursos en línea, aplicaciones, etc.) con el fin de mejorar su educación, contribuir a la alfabetización y promover la lectura. Convencido de que el mejor uso de los recursos disponibles sería ofrecer libros y materiales en formato digital exclusivamente, insistió en este modelo radical a pesar de saber que su decisión no sería del agrado de todos. Influenciado por las memorias de Steve Jobs, creó una biblioteca sin precedentes y para ello se inspiró en la mercadotecnia y en la
estética de la marca Apple. Al igual que las tiendas de esta marca, la BiblioTech es un edificio luminoso, minimalista, con espacios cómodos y de fácil acceso, que cuenta con un número considerable de computadoras, tabletas y lectores digitales, así como con un equipo de bibliotecarios jóvenes, amables y dispuestos a ayudar a un público tradicionalmente reticente a la idea de acudir a una biblioteca. La BiblioTech promueve un ambiente relajado y está pensada para atraer a un público amplio y neófito. El préstamo de libros electrónicos funciona de la misma manera que el préstamo de libros en papel. La biblioteca posee un número de ejemplares limitados y permite su lectura durante un periodo determinado. Cuando vence el plazo, el libro desaparece automáticamente y otra persona puede acceder a él. Si alguien se roba una tableta, la misma se vuelve inutilizable después de unos días. Además de libros electrónicos, la biblioteca ofrece revistas, periódicos, películas, video juegos, cursos de distintas materias y espacios para reunirse.
La Idea Exchange Old Post Office Library en Canadá constituye otro ejemplo de biblioteca pública sin libros, distinto al de la BiblioTech. Aunque también se trata
de un espacio que sirve para almacenar información de forma digital que dispone de un amplio catálogo de libros y publicaciones en línea, cuenta además con salones polivalentes, estudios de grabación, salones de lectura, cafetería, un centro de investigación para niños enfocado hacia la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las artes y las matemáticas (STEAM) y con un Markerspace, es decir, un espacio dedicado a la tecnología del futuro como impresoras 3D y robots. Sus creadores consideran que la misión de este nuevo espacio es apoyar e inspirar a la comunidad en la exploración de la lectura, las artes, la innovación y la enseñanza, fomentando un ambiente de curiosidad a través de la exploración de las artes y de las nuevas tecnologías.
En el medio universitario dos de los ejemplos más conocidos de bibliotecas sin libros son la biblioteca de la Universidad Politécnica de Florida con su imponente edificio de Calatrava y la biblioteca de Tecnología e Ingeniería Aplicada de la Universidad de Texas en San Antonio (UTSA). La idea detrás de estas bibliotecas es promover la solución de problemas alentando a los estudiantes a organizarse en grupos con metas precisas de enseñanza y educación. En la biblioteca se les facilita la tecnología, el espacio para colaborar y el acceso a todo tipo de información digital. El personal de las bibliotecas está entrenado y disponible para asistir a los estudiantes y a los profesores en sus investigaciones. Las bibliotecas se consideran centros de alta tecnología, laboratorios de aprendizaje y plataformas para el desarrollo del conocimiento comunitario.
Además de estas bibliotecas que se decidieron por un modelo cien por ciento digital, existen otras que han elegido una fórmula mayoritariamente digital (alrededor del ochenta por ciento del material disponible), como serían la biblioteca de la Universidad Americana en Nigeria o la biblioteca de ingeniería de la Universidad de Stanford. Sin embargo, son muchas más las bibliotecas que no han tomado una decisión respecto al modelo que desean seguir en el futuro y que incorporan las nuevas tecnologías en la medida de lo posible, pero sin decidirse a desprenderse del material impreso, convirtiéndose en bibliotecas híbridas de facto.
Como era de esperarse, las bibliotecas sin libros han sido sujetas a muchas críticas, algunas más válidas que otras. La principal crítica es que la gente prefiere el libro en papel al libro digital. Para muchas personas los libros son objetos valiosos en sí mismos a los que se les tiene gran apego. Prueba de eso es que las ventas de libros digitales son mucho menores a las ventas de libros en papel. El libro digital puede ser complementario, pero no es probable que lo sustituya en el corto plazo. Parte del problema es que los aparatos para leer no han logrado sofisticarse tanto como para considerarse como sustitutos perfectos del libro. Además de la falta de textura de los lectores electrónicos o la idea de permanencia que otorga el libro en papel, muchas personas se quejan de que es incómodo y cansado leer en una pantalla. También se dice que con las herramientas de búsqueda ya sea en internet o dentro del propio libro electrónico, la gente tiende a leer fragmentos o resúmenes convirtiéndose así en peores lectores ya que casi nunca se ven confrontados con el libro en su totalidad.
Otra de las críticas más comunes y quizá la más importante, es que no todo el material del mundo está digitalizado ni organizado en el ciberespacio a pesar de que existen muchos proyectos para hacerlo, como el de Google Books, que buscan la creación de una biblioteca digital mundial. Las bibliotecas podrían contribuir a estos proyectos a través de la digitalización de los libros de su acervo cuando éstos constituyan libros únicos (véase por ejemplo la Asociación Europea para las Humanidades Digitales). Cada país podría contribuir a esa meta. México, como señala Gabriel Zaid, podría ayudar digitalizando los libros publicados en México hasta 1900, que según él son alrededor de unos 20,000 desde el siglo XVI, una milésima parte de los más de veinte millones ya disponibles en Google
Books. Otros esfuerzos, como la Digital Public Library of America (DPLA) pretenden dar un orden al mundo digital y ofrecer sus servicios a usuarios y bibliotecas. La DPLA organiza y pone a disposición del público millones de materiales de bibliotecas, archivos, museos y otras instituciones culturales.
Últimamente lo que pretenden todos estos esfuerzos es que el acervo cultural y científico de la humanidad esté disponible para todo el mundo de forma digital y gratuita. Sin embargo, en lo que se refiere a los libros, los pleitos legales con autores y editoriales han detenido este proceso. Los derechos de autor y los derechos para la digitalización del libro difieren de un país al otro. El material que está protegido por derechos de autor es caro y las editoriales no están dispuestas, o al menos no todas, a otorgar un trato preferencial a las bibliotecas públicas [1]. Las bibliotecas solo tienen acceso digital gratuito a libros que se encuentran en el dominio público [2]. Por lo mismo, muchos libros bajo derechos de autor y sobre todo en lenguas menos conocidas solo existen en papel.
Una biblioteca sin libros requiere de un entrenamiento tanto de los usuarios como de su personal, por lo que es fundamental transformar el papel del bibliotecario para convertirlo no solo en un experto en la obtención de
contenido sino también en un técnico. En este contexto, el rol del bibliotecario se vuelve esencial para ayudar a los usuarios a navegar el mundo digital. En la BiblioTech, por ejemplo, los bibliotecarios están ahí para explicarles a los usuarios desde cómo descargar un libro o utilizar una tableta o una computadora, hasta cómo crear un blog o inscribirse a un curso de lengua o de informática. En las bibliotecas más especializadas, los bibliotecarios además de dominar la tecnología disponible son expertos en la materia en la que se especializa la biblioteca, lo que los convierte en una parte fundamental dentro de la cadena de investigación y creación.
A pesar de que Bell vaticinó el futuro digital de las bibliotecas, él mismo señala que la digitalización no puede sustituir a las grandes bibliotecas del presente, sobre todo en lo que se refiere a las colecciones compiladas a lo largo de los años y cuyo conjunto es más valioso que cada una de sus partes [3]. Sin embargo, las colecciones elaboradas por los bibliotecarios no tienen por qué desaparecer, podrían presentarse como colecciones en línea disponibles para el usuario. Esto es en parte a lo que se dedican iniciativas como la DPLA.
Para concluir, es importante recalcar que a pesar de que mucha gente no tiene acceso a internet, no sabe cómo descargar un libro o se siente incómoda leyendo en una pantalla, es fundamental para cualquier biblioteca pública existente, pero sobre todo para cualquier proyecto futuro de biblioteca pública, analizar la opción de adoptar un modelo sin libros impresos. Esto por supuesto implica un cuestionamiento de la función de sus trabajadores y una inversión importante en la educación de los usuarios, pero puede valer la pena, si no para todas las bibliotecas, al menos para aquellas cuyo objetivo sea crear un lugar especializado con acceso a nuevas tecnologías que sirva como plataforma para la creación individual y colectiva, o para crear bibliotecas públicas con una misión social como es el caso de la BiblioTech. Tal vez el modelo ideal para los amantes de los libros sea un modelo híbrido, sin embargo, en un mundo de escasos recursos y con un cúmulo cada vez mayor de información, esta opción se vuelve cada vez más costosa y difícil de sostener en el largo plazo.
Analizar la opción de adoptar un modelo de biblioteca pública sin libros impresos implica un cuestionamiento de la función de sus trabajadores y una inversión importante en la educación de los usuarios
En la decisión de qué modelo de biblioteca adoptar es necesario pensar en la experiencia que se desea ofrecer al usuario, tomando en cuenta las necesidades de la comunidad, así como el espacio, presupuesto y tecnología disponible. Sin embargo, independientemente del modelo que se siga, es importante darse cuenta de que las bibliotecas han dejado de ser las depositarias de toda la información y se han convertido en lugares donde se ayuda a los usuarios a procesar, filtrar, entender y clasificar esa información. Además, en una época de fake news, donde el público se forma opiniones cada vez con más frecuencia a través de redes sociales que retroalimentan sus convicciones, la biblioteca pública puede ejercer un papel de filtro que permita entender la diferencia y la jerarquía entre las distintas fuentes.
[1] Cuando se compra una licencia se pueden por ejemplo realizar 30 préstamos, solo cinco al mismo tiempo. Si se quieren prestar diez, se necesitan dos licencias.
[2] Las obras en el dominio público son aquellas que no están bajo derechos de autor y que pueden consultarse de forma gratuita siempre y cuando se respete su integridad y su autoría.
[3] Se ha repetido incontables veces que las colecciones creadas por los bibliotecarios sobre ciertos temas son más valiosas que el resultado que pueda obtenerse haciendo una búsqueda por internet, lo cual as su vez genera otras preguntas como la de quiénes son los que crean los mecanismos de búsqueda o los algoritmos que nos llevan a determinados resultados.
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