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  • Colectivo de la Biblioteca al paso Artigas

La biblioteca al paso Artigas


Como en el resto de las capitales del mundo, en Buenos Aires no es difícil comer algo rápido, rico, barato y rápido. Locales populares o puestos en la calle ofrecen la oportunidad de comer ‘al paso’. En la calle José Gervasio Artigas al 2600, en el barrio de La Paternal funciona la biblioteca al paso Artigas, integradas por un colectivo del que forman parte María Inés Gómez, Amalia Miano y Cecilia Bajour.


Pasen a picar algo desde estos Otros pulsos; una historia y sus motivos contada en primera persona por María Inés Gómez, Amalia Miano y Cecilia Bajour, integrantes del colectivo que la gestiona.


Una biblioteca al paso no es otra cosa que una biblioteca instalada en el espacio público (puede ser una vereda -en México ‘banqueta-, una plaza, una estación de trenes…) Libros dispuestos para el encuentro con personas que pasan. Hay muchas en distintos rincones de nuestro país y del mundo, con los más diversos formatos: un canasto de esos donde se ponían las bolsas de basura convertido en un librero, un mueblecito viejo reciclado, unos estantes amurados a la pared de una casa, un cajón en el tronco de un árbol… hasta una heladera en desuso pintada y llena de libros.


Construimos la Biblioteca al paso Artigas para multiplicar las ocasiones, para ensancharlas, para provocar al que pasa. La semilla no germinó al sol de días tranquilos: se puso a crecer en medio de un contexto histórico social que nos preocupa y nos oscurece. Y ése fue el motor mismo. Frente al monstruo grande (que pisa fuerte y nos propone la desesperanza, el salvarnos solos, el guardarnos en casa) nos juntamos para salir a la calle con una propuesta cultural.

Esta biblioteca se parece a otras porque hay libros que pueden llevarse. Pero es bien diferente: no hay requisitos para participar ni un control de la circulación, ni un reglamento de préstamos, ni sanciones por incumplimiento… podríamos decir que la clave no está en coleccionar y conservar los libros, sino en ponerlos a circular, apelando a la participación y el cuidado colectivo.


Es pura invitación sin requerimientos; pero a la vez está la sugerencia de llevar los libros y devolverlos después, o traer otros… y mucha confianza en que eso suceda, ¡y sucede! Siempre habrá libros que van hacia quién sabe dónde y no vuelven más, pero la circulación, el ida y vuelta, ocurre.


El lema de las bibliotecas al paso es Llevate un libro, dejá otro. Sin embargo, en nuestro colectivo nos dimos un espacio de discusión respecto a lo que implica esa frase. Nos preocupaba que, si alguien al momento de pasar por nuestra biblio no tenía un libro a la mano, se vería imposibilitado de llevarse otro. Nos proponíamos un acceso total a los libros, sin ningún tipo de condicionamientos. Por eso creamos un nuevo lema más acorde a un tipo de disponibilidad plena: Podés traer, podés llevar, podés liberar libros.


A veces no basta sólo con que los libros estén disponibles. La lectura –más allá de la experiencia personal y silenciosa – tiene su dimensión social. Leer con otros, hablar de lo que se lee, tender la mano y la palabra para recomendar un libro que disfrutamos, poner el cuerpo y la voz para compartir una lectura.


Para pensar un espacio bibliotecario como este, es necesario moverse un poco (bastante) de las representaciones tradicionales de biblioteca. Es otra su naturaleza; y qué bueno, porque suma a la diversidad inmensa de las que existen.



Que estén en el espacio público es toda una definición ideológica. En esa decisión subyace una idea de lo vecinal, de lo colectivo, de lo colaborativo; resiste y se opone a las ideas más individualistas de la sociedad, a la mirada sospechosa y prejuiciosa sobre les otres. A la idea de ‘sálvese quien pueda’, ‘no te metas’, ‘afuera siempre es peligroso’…


El espacio público es un territorio donde se puede jugar el derecho a la lectura y el acceso a los libros. Más aún: es el escenario de encuentros entre personas. Estamos convencidxs de que las bibliotecas no son sólo edificios que guardan libros, sino que (las biblios populares y comunitarias sobre todo) son verdaderos espacios de encuentro…

Por la vereda se pasa, se transita, se juega también, se conversa…. Una biblioteca al paso agrega posibilidades: en la calle se puede elegir un libro o dejarlo, hojear, leer en silencio o en voz alta…compartir.


Las bibliotecas al paso también pueden juntar a las personas a partir de algunas propuestas especiales. Desde los inicios en octubre de 2018, se han realizado actividades culturales y artísticas al aire libre. Con una frecuencia mensual se realizaron distintos tipos de eventos a los que asistieron vecinxs del barrio de Paternal y de otros barrios cercanos. Las convocatorias se hacían a partir de algunas temáticas concretas, por ejemplo:


  • “Contar y picar”, en la cual distintas narradoras circulaban por mesas dispuestas a lo largo de la vereda a narrar historias a lxs vecinxs que estaban ellas, mientras se disfrutaba de una picada (botana) aportada por lxs asistentes.

  • “Todo puede tener alas” en la cual se compartían lecturas vinculadas al vuelo y talleres de confección de objetos “voladores”.

  • “Oh qué impresión” en el cual invitamos a lxs vecinxs a traer sus remeras (playeras) y se las llevaban estampadas con el logo de nuestra biblioteca, entre otras. En todos estos encuentros se hicieron cierres musicales ejecutados por algunos integrantes de nuestro colectivo o por músicos amigos.



Al poco tiempo, nuestro colectivo comenzó a ser conocido en el barrio y también en otros espacios. Sin embargo, teníamos la preocupación de no estar incluyendo a otrxs vecinxs a los que queríamos llegar con nuestras propuestas, aquellxs que cotidianamente no tienen acceso a la lectura.

¿Existe el “derecho a la literatura”? No está escrito en ninguna convención, pero debería. Todos tenemos derecho a leer (por eso defendemos la educación pública). Todos tenemos derecho a habitar la ficción. Aun cuando las circunstancias parecieran decir que las prioridades para la supervivencia son otras: procurarse el pan en la mesa, buscar y sostener un trabajo, por ejemplo.

Al comenzar el ASPO (aislamiento social preventivo y obligatorio) quitamos los libros de la estantería, ya que temíamos que su circulación propagara el virus. Pero no nos quedamos quietos. Una de las primeras iniciativas fue dar continuidad a nuestras actividades a través de la virtualidad. Hicimos un canal de Youtube en el cual subimos videos de narraciones; hicimos dos eventos en vivo a través de Facebook e Instagram; grabamos audios para distribuir a través de Whatsapp a personas mayores que queríamos acompañar durante el aislamiento (llamamos a estos audios bombones musicales y bombones poéticos), entre otras actividades.



Nuestra preocupación respecto a la posibilidad de llegar a un público amplio con nuestras propuestas se acrecentó durante el aislamiento, ya que sabemos que no todxs tienen acceso a conexión a internet y a dispositivos para acceder a un vivo o bajarse un video de Youtube. Fue ahí que se nos ocurrió confeccionar los Microrrelatos, pequeños libritos de papel impreso con poemas cortos que llevamos a distintas escuelas del barrio para que sean distribuidos junto con los bolsones de comida que repartían. Finalmente, algo de nuestra poesía llegaba a las manos de vecinxs que no nos conocían.


Esta iniciativa tuvo mucha repercusión y varias docentes, miembros de clubs barriales y otras organizaciones sociales nos solicitaron los archivos de nuestros microrrelatos para poder replicar esta experiencia en distintas regiones de todo el país.


Ahora, de a poquito, estamos volviendo a plantear, imaginar y soñar próximas actividades presenciales en nuestro barrio y alrededor de nuestra querida Biblioteca al paso Artigas.




Crédito por el gif


 

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