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Ramón Salaberria

Bibliotecas ante una pandemia


 

Ante una situación inédita, con las bibliotecas de 74 países cerradas y las de otros muchos con servicios limitados, las bibliotecarias han aportado lo mejor de su oficio para llegar a los ciudadanos, en sus casas. Pasadas las primeras semanas, la biblioteca pública va a tener que ubicarse en un nuevo y difícil escenario.

Las bibliotecas han respondido a la situación pandémica

Una situación inédita: gran parte de los habitantes del planeta Tierra confinados, de una manera más o menos estricta, en sus moradas y, para lo que aquí nos trae, las bibliotecas de 74 países cerradas y las de otros muchos con servicios limitados. Una situación que ahora vivimos pero que no habíamos experimentado, ni previsto.

Miles de bibliotecarias, desde sus domicilios, han aportado lo mejor de su oficio para llegar a los ciudadanos, en sus casas. Si las bibliotecas sólo tuvieran que ver con la puesta a disposición y transmisión de información el problema no sería mayor, desde hace ya un rato, y la cosa va a más, la información no se sustenta en un objeto físico (un libro impreso, un periódico de papel, un disco). Pero, ¿y si conservar y difundir información no fuera el fundamento exclusivo de la biblioteca?

No lo es, especialmente en el caso de las bibliotecas públicas, las más numerosas. Como muestran los estudios de público, pero no siempre se asume en la discusión,   los ciudadanos van a ellas en busca de información pero también al encuentro de muchas otras cosas: de sí mismos, o de un refugio, un encuentro significativo, un intercambio, un descanso, un descubrimiento quizás azaroso, un espacio, una computadora, quizá la mesa y la silla que no tiene para sí en su casa .


Bibliotecas: primeras semanas

Las bibliotecas han respondido con todo a la nueva situación.  Han fluido en el gran torrente de propuestas ofrecidas desde  el ámbito cultural: un sinfín de museos han posibilitado sus visitas virtuales; músicos de todos los géneros han regalado abundantes conciertos; las cinetecas y otras entidades han abierto el acceso a programas cinematográficos; los grandes centros nacionales de teatro o compañías particulares han dado acceso a programas especiales –archivos de montajes pasados, grabaciones de ensayos, diálogos con autores y actores–; los archivos han abierto sus legajos como nunca antes; las redes se han inundado de narraciones orales, conferencias, debates, webinarios... Propuestas que quizás en ocasiones han servido para alejar el silencio, la reflexión o nuestro vacío existencial. Pero la biblioteca pública, polimórfica, ha atendido muchos otros frentes.  Aquí un breve resumen, a partir de la información recopilada por la casi centenaria y siempre dinámica Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA).


Las bibliotecas han respondido con todo a la nueva situación. Han fluido en el gran torrente de propuestas ofrecidas desde  el ámbito cultural.

1. La biblioteca en la pantalla

Se han volcado en atender a sus usuarios, a los que las frecuentan, brindando acceso a sus colecciones y servicios en forma remota: exposiciones virtuales, promoción de sus contenidos digitales, apoyo al (auto)aprendizaje, narraciones orales en línea (la Red Nacional de Bibliotecas Públicas de Portugal con su canal YouTube); agilización del acceso a los libros electrónicos (por ejemplo, aumentando la cantidad de libros en préstamo); asistencia a personas que necesitan solicitar subsidios o buscar trabajo (especialmente las bibliotecas públicas estadounidenses con larga tradición en este tipo de servicios); promoción de podcasts de la biblioteca; promoción de contenidos sobre el coronavirus (en lenguas locales, como lo han hecho algunas bibliotecas en Kenia), etc. Si bien estas acciones están motivadas por la voluntad de responder de manera oportuna y apegada a sus misiones, cada vez resulta más claro que las decisiones casi casi con certeza tendrán una gran importancia en el futuro de las bibliotecas una vez que la pandemia haya pasado. Por empezar, en la definición de sus presupuestos. Es preciso pues analizarlas con prudencia. Como se podrá ver, muchas de estas iniciativas replantean aspectos del plan de trabajo bibliotecario. Una mayor demanda de libros electrónicos, por ejemplo, puede significar también la reasignación de presupuestos aunque permanezcan los desafíos respecto a los bloqueos digitales y a los límites de las editoriales al número de préstamos simultáneos. Algunas grandes editoriales (IFLA cita a Macmillan y Penguin Random House) han implementado medidas tendentes a facilitar a las bibliotecas públicas la compra y el acceso a libros electrónicos para préstamos o audiolibros (Audible). Otros proveedores de información como Internet Archive han puesto gran cantidad de material a disposición del público (especialmente, estudiantes e investigadores).


Ante la pandemia del COVID-19 las bibliotecas de 74 países cerraron. Y las de otros muchos ofrecieron servicios limitados.

2. La biblioteca como memoria

La biblioteca, lugar de memoria, recopila y preserva materiales sobre la pandemia (es el caso entre, entre otros muchos, de la Biblioteca Nacional de España o la de Francia). Otras, solicitan a los miembros de la comunidad que compartan sus historias sobre COVID-19 o alientan a los niños a escribir historias sobre sus experiencias. Dos fenómenos, muchas veces concatenados, que arrecian en estos tiempos, son los de las noticias falsas (fake news) y la sobreabundancia de la información. IFLA considera que el pensamiento crítico es una habilidad clave de la alfabetización informacional y que misión de las bibliotecas es educar y defender su importancia. En su campaña ¿Esta noticia es falsa? ha editado una infografía específica respecto a Covid-19.

En ese sentido, la respuesta más frecuente de las bibliotecas en Europa ha sido la creación de plataformas que aseguran un acceso centralizado a la información sanitaria relacionada con Covid-19 producida por autoridades gubernamentales, instituciones de salud y la Organización Mundial de la Salud. Ha sido el caso de, entre otras, las asociaciones bibliotecarias de Chipre, Francia y Portugal, de la Biblioteca Nacional de Suecia o de grupos bibliotecarios en Irlanda y Suiza. Tema tan extendido por todas las latitudes este de las fake news que también ha merecido su tratamiento en un foro organizado por el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, en el espacio web colaborativo Infotecarios o por la asociación Bibliotecas sin Fronteras.


El énfasis se ha puesto en las acciones emprendidas desde las bibliotecas. Toca investigar cómo ese cúmulo de actividades ha sido recibido por la ciudadanía, cual ha sido su relevancia.

Campaña de IFLA en el contexto del COVID-19. Traducción no oficial al español de Julio Alonso Arévalo.

3. La biblioteca que fabrica

Desde el inicio de la crisis sanitaria makers y fablabs se han movilizado para producir urgentemente material de protección para el personal sanitario expuesto al virus. La Asociación de bibliotecarios de Francia ha expresado su total apoyo a este movimiento autogestionado y voluntario y animado a las bibliotecas equipadas de material de fabricación y máquinas-herramienta (impresoras 3D, cortadoras laser…) a unirse al movimiento. Esta iniciativa de recopilar, crear y distribuir equipos de protección personal también se lleva a cabo en la San José Public Library y muchos otras bibliotecas estadounidenses utilizando impresoras 3D.


4. La biblioteca que responde a urgencias sociales

Otras bibliotecas públicas atienden otras urgencias. Es el caso de las sucursales de la Toronto Public Library, convertidas en bancos de alimentos. Más de cien empleados de la biblioteca participan en la iniciativa, empacando entre 500 y 600 cestas de alimentos por día.


Bibliotecas: para los tiempos que vienen

Muchas de estas iniciativas bibliotecarias han de competir por la captura de la atención del ciudadano en un momento pandémico en el que el tráfico de internet ha aumentado considerablemente,  en el que algunas de las grandes distribuidoras de videos por internet han tenido que llegar a reducir la calidad de imagen para ahorrar ancho de banda, en el que el consumo de videojuegos se ha disparado. El distanciamiento social requerido afecta muy directamente a los cimientos en los que se basa la biblioteca pública actual. En estas primeras semanas de pandemia la biblioteca pública ha conseguido reaccionar plasmando en la web los programas de la biblioteca, difundiendo sus colecciones digitales, aplicando unos protocolos de seguridad para la reapertura de los espacios físicos de las bibliotecas.  En las reuniones bibliotecarias celebradas en tiempo de confinamiento el énfasis se ha puesto en las acciones emprendidas desde las bibliotecas. Toca investigar cómo ese cúmulo de actividades ha sido recibido por la ciudadanía, cual ha sido su relevancia. Desde Jardín Lac, como institución que aún no ofrece servicios al público, hemos querido recorrer otro camino, atender la escucha. Desde principios de abril entramos en contacto con personas de las bibliotecas de Barcelona, Madrid, San Sebastián… para realzar otra función de la biblioteca, la de lugar de refugio, la de institución que se debe a la hospitalidad, espacio de escucha y, como tal, dispositivo que alienta el diálogo, incluso de una persona solitaria consigo misma: revalorar la escucha y construir con ella, sin simulaciones.


Después de una primera reacción ante una situación desconocida, la biblioteca pública va a tener que ubicarse en un nuevo escenario de fuertes recortes presupuestarios que la van a empujar a abrazar la pantalla como tabla de salvación en una sociedad de más miedo, desinformación, discriminación, incertidumbre colectiva, pobreza, muerte, desorientación, desigualdad y soledad.

Se ha articulado una iniciativa en la que las diversas bibliotecas participantes generan un dispositivo para iniciar conversaciones a partir de preguntas generadoras, que la gente reflexione y hable sobre lo que ha vivido y pensado en estos días de forzada cuarentena. Alentar a leer objetos, situaciones, interacciones y, desde luego, la propia interioridad. Es un trabajo en curso del que, otro día, vamos a informar.

Las bibliotecas en estas primeras semanas y meses han respondido. Pero muy probablemente llega un momento difícil. Después de una primera reacción ante una situación desconocida van a tener que ubicarse en un nuevo escenario. Fuertes recortes presupuestarios que, entre otras consecuencias, van a empujar a abrazar la pantalla como tabla de salvación de la biblioteca pública en una sociedad de más, aún, miedo, desinformación, discriminación, incertidumbre colectiva, pobreza, muerte, desorientación, interrupción, desigualdad (género, edad, clase…), y soledad que, como cantaba Barbara, por todas partes me vigila y me sigue paso a paso, me espera delante de mi puerta, ha regresado, ahí está.






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