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  • Paty Blake

Hacer pares

A veces, cuando veo los objetos que tengo guardados y no uso, pienso que en el mundo hay personas que tal vez los necesitan, que incluso ahora mismo están dirigiéndose a comprarlos. ¿Y si todas las cosas que las personas buscan ya existen y solo están guardadas en cajones o bodegas?

Imagino que es posible hacer un reacomodo, como si un gigante jugara a los pares con los humanos: persona con cosa, persona con persona, persona con libro, persona con vivencia, persona con lugar. Quizá ese gigante, con ese punto de vista de mapa, también empezaría a detectar las necesidades de lugares, animales y cosas: parque con adorno, maceta con espacio, mascota con persona, animal salvaje con río. Tal vez bastaría sólo una sabia reordenación para que la armonía tomara su lugar en el mundo. Muchos de los dilemas estarían resueltos, la clave sería que existiera un detallado inventario de excedentes y faltantes por lugar, sumado con la aguda destreza del titán; o incluso bastaría con que fuera un gigante (o una colonia de gigantes) intuitivo y observador.

Este es el tipo de pensamientos que tengo ante a los objetos y no estoy segura si son reflexiones para mejorar mi entorno o evasiones para no enfrentar los acomodos pendientes en mi vida.


Llegó la pandemia y con ello la reinvención del mundo. La necesidad forzada de transformación de las personas me encontró recién desempacada de un empleo de 12 años y con objetos acumulados por el mismo tiempo (por lo menos). Fue entonces cuando una amiga me agregó a un grupo de trueque en Facebook, de esos donde las personas intercambian objetos o servicios; desde años atrás ya era parte de otros parecidos, pero con mis trajines laborales había carecido de tiempo “libre” y me había acostumbrado a pagar cotidianamente el precio de acumular. Ahora que tenía un poco más de atención para pensar en los pares, los gigantes y los objetos acumulados, había llegado el momento de hacer labor de autoarqueología que al mismo tiempo me redituaría algunos pesos adicionales. Mover un objeto y sobrevivir a la avalancha de nostalgia, tristeza, alegría y contemplación mezcladas no es labor sencilla, pero ahí estaba yo decidida a hacer de estos pequeños movimientos cotidianos parte de mi vida próxima y a la vez intentar mantener en equilibro el pulpo que es ser mamá de dos y persona ahora autoempleada que pretende mantenerse cuerda en pandemia. ¿Labor digna de titanes o estrés postraumático laboral?


En este grupo de trueque en específico sus alrededor de mil integrantes se unieron con la integración sucesiva de amigos de amigos de amigos. Corrijo: amigas de amigas de amigas; todas son mujeres, uno de los requisitos para ingresar. La dinámica es sencilla: tomas fotografía de lo que quieres truequear o vender, la subes al grupo y escribes qué buscas a cambio. Tengo cafetera en buen estado, busco herramienta para jardín. Tengo ropa de niño talla 5, busco un pastel de cumpleaños para el viernes. Tengo una caja de clips, busco material escolar. Eso, o también: tengo alhajero de madera, lo cambio por detergente de ropa o 100 pesos. Busco raite al aeropuerto el lunes, ofrezco: librero en foto, caja de resmas, vajilla, un sillón…

Los equivalentes van de objetos a dinero y servicios. En ese mundo también tiene un valor deshacerse de las cosas con rapidez: regalo escritorio en foto a quien venga hoy y se lo lleve. Regalar, vender, truequear se convierte a veces en: tengo esta bolsa nueva y necesito resolver un asunto médico, con permiso de las administradoras del grupo lo rifo a 20 pesos el número. Cuidar niños, saber hornear, brindar asesoría sobre cualquier tema, hacer diseño de un logo, hacer un ensayo virtual de una entrevista de trabajo, recomendar lugares para salir a comer o hasta compartir historias sobre experiencias de vida (amorosas, de amistad, laborales), son monedas posibles en este lugar. Alguien más necesita lo que tú tienes o sabes, y a veces sorpresivamente se encuentra en tu misma zona o a solo unas cuadras de distancia. Lo que lo hace valioso es encontrar el par que busca lo que tú tienes o tiene lo que tú buscas. Y aparentemente casi siempre hay un par.


Durante la pandemia los objetos más comunes de intercambio en este micromundo de trueque han sido las macetas con o sin plantas. Es como si ahora en lugar de moverse las personas, intercambiáramos la tierra, los lugares. No nos movemos, pero se mueve la tierra y así algo se mantiene en equilibrio. Las suculentas son las más nombradas: esas plantas que hospitalariamente reciben a cualquier novato en el mundo de la jardinería. También son populares las plantas que tienen algún uso: lavanda, sábila, romero. Al parecer, construir y cuidar jardines interiores o exteriores ha sido una forma asequible para mantenerse aferrado a algo parecido a la cordura.

Entrar al grupo a ver qué hay de novedades es también a veces encontrarte con fotos de “antes” y “después” de espacios transformados: así era este rincón de mi casa y gracias a mis trueques así es ahora. Las diferencias se notan en los objetos y también -casi sin excepción- en la inclusión de plantas vivas en maceta. La pandemia, que llevó nuestros ojos ventana adentro de casa, también enverdeció algunos escritorios y libreros, y dio origen a algunos pequeños pasillos de macetas en terrazas de esta ciudad. Eso lo vi desde mi casa, en fotos compartidas en este grupo dentro de esta red social.


Circulan en el grupo de trueque también los objetos nuevos. Esas cosas que, con todo y caja a veces yacen en la eternidad de los rincones de las habitaciones: aquí son monedas para resolver los asuntos prácticos de la vida. Un electrodoméstico nuevo o una figura de cerámica que tiene años guardada muestra el valor variable que las cosas tienen: valen más cuando las necesitamos y estamos dispuestos a pagar más por ellas.

En el trueque también hay lugar para la generosidad; lo que una persona necesita puede ser obsequiado por alguien más que lo tenga a la mano. Alguien da algo y el otro recibe el gusto de dar y de saber que ese objeto guardado ya encontró un lugar adecuado. En este espacio de los pares no se juzga el precio: cada quien lo pone según su necesidad (deshacerse de la cosa, obtener algo específico a cambio, ya sea objeto, dinero, servicio o información). Aquí se sobreentiende que casi siempre hay apertura a un “¿qué ofreces a cambio?, ¿tú qué tienes?”.


Aunque el contacto es virtual, las entregas son presenciales, en lugares públicos, en “punto medio” o en algunos casos a domicilio según los acuerdos de las integrantes del par. Lo que lo hace posible es la confianza y la organización, que también se valoran en este contexto. A quien le entregas algo es seguramente amiga de una amiga, por tanto es alguien “de confianza”. Y si acaso hubiera alguna inconformidad, están las voluntarias que aportan orden al grupo, regalando un poco de tiempo al día para revisar que se cumplan las reglas escritas y no escritas: respetar los días que son exclusivos de trueque, no usar lenguaje ofensivo, entregar los objetos limpios/lavados o evidenciar en fotos los defectos de los mismos, entre otras.

Es como si el mundo de los pares se fuera realizando en escala micro y a paso lento, como si estas acciones cortas, sumadas, emularan los movimientos que el gigante sabio podría hacer con su visión amplia desde el espacio. Las preguntas que guían el flujo son: ¿qué tengo?, ¿qué me sobra?, ¿qué me falta?, ¿qué necesito? Es como si este grupo fuera la entrada a un encuentro mágico con los pares, en el que las necesidades y esta forma de contacto se revelan alineados con la sabiduría del gigante. Con cada trueque, venta o intercambio de conocimientos y cosas, el mundo se ordena y por momentos breves, en el aire, puedes notar la sensación que se respira: todo está ahora más en su lugar.



Fotografías: Aymé Giles

 

Paty Blake es poeta, terapeuta Gestalt y mediadora de lectura. Autora de Ciudad A (Tierra Adentro, 2012), Amanecer de viaje(Cecut, 2006) y El árbol (Existir, 2002).

Escribe desde Tijuana e imparte talleres de escritura terapéutica en línea


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