El graznido de la oca salvaje. El herbario de prisión de Rosa Luxemburgo
- MichĆØle Petit
- 14 jun 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 14 jun 2024
Ā«5 de marzo de 1915. RecibĆ de la seƱorita Jacob este calendario y magnĆficas flores (anĆ©monas, nomeolvides, amentos y ramas de cerezo).Ā»
AsĆ comienza el calendario de prisión de Rosa Luxemburgo, encarcelada por pacifismo en febrero de 1915, en BerlĆn y mĆ”s tarde en el Fuerte de Wronke en enero de 1917 y en el penal de Breslau a principios de 1918.Ā
Con ella tiene, no sólo este calendario en el que registra su vida cotidiana, sino ademĆ”s su herbario, cuyos Ćŗltimos ocho cuadernos elaborarĆ” en prisión. Compone sus pĆ”ginas con flores frescas o secas que le envĆan sus amigas, plantas que recoge en el patio de la cĆ”rcel o en la hortaliza que cultivarĆ” en Wronke.Ā
Digo queĀ Ā«componeĀ» sus pĆ”ginas, porque es como una obra de arte, hay una dimensión musical en ese herbario, en el que, segĆŗn las palabras de Muriel Pic, quien llevó a cabo la edición: Ā«es posible leer en las pĆ”ginas nombres de mujeres y nombres de flores, nombres de lugares y fechas, definiciones cultas y algunos versos de Goethe, dicho de otra forma uno viaja en el tiempo y en el espacioā¦Ā»
Cuaderno XIII de los cuadernos elaborados de 1913 a 1919, en los que reunió 377 espécimes de plantas. La colección completa se encuentra en el Archivo de Actas Modernas en Varsovia, Polonia.
Porque Rosa Luxemburgo demuestra tener un inmenso talento para no dejarse confinar en los muros en los que la han encerrado. Como si hubiera pensado: Ā«no os concederĆ© nada, no tendrĆ©is esto, mi libertad interior. No me despojarĆ©is de los coloresĀ» āesos colores que aƱora y que busca en los matices de las piedras, rojas, verdes, grises, azules, y tambiĆ©n en todo lo que crece entre las piedras, al llegar el verano, y en las flores. Junto con el herbario, entran tambiĆ©n en su celda los Ć”rboles, los bosques, los especĆmenes exóticos que una amiga ha recogido en su propio herbario. En pocas palabras, lo lejano. Con el herbario, es el mundo el que estĆ” ahĆ, el hermoso mundo de afuera.Ā
Porque ella sufre, claro estĆ”, por la reclusión. Ā«Corre como un animal enjauladoĀ», Ā«ida y vuelta a lo largo del muroĀ». «”Ah! Ā”Irme de aquĆ!Ā» escribe. O se pone a soƱar con Córcega y sus paisajes, que recorrió a pie antes de ser encarcelada. Le escribe a Gertrud Zlottko:
Ā«ImagĆnese usted que aquĆ, no muy lejos, en algĆŗn lugar, hayĀ una oca, quiero decir una verdadera oca con plumas. Grazna de vez en cuando, lo cual me encanta; esto sucede, Ā”por desgracia! con demasiada frecuencia. ĀæSabe usted por quĆ© me gusta tanto eso? Acabo de descubrirlo: el cacareo de las gallinas o el cuac cuac de los patos tienen acentos autĆ©nticamente maternos y apurados de animales domesticados desde tiempo atrĆ”s. Pero el graznido de la oca evoca aĆŗn plenamente al ave salvaje, no amaestrada, que emigra en invierno al sur; recuerda el vuelo orgulloso, el llamado amoroso desde mĆ”s allĆ” de lejanas distancias⦠en verdad, cuando oigo ese grito inarticulado de la oca, algo en mĆ se estremece de nostalgia -Āænostalgia de quĆ©? Simplemente de los horizontes lejanos del mundo-. Ā”Por Dios! Ā”Por todos los demonios! Ā”Por quĆ© no puedo yo tambiĆ©n volar, lejos, lejos de aquĆ, tan lejos como lo hace una oca salvaje!Ā» (7 de agosto de 1915).

Esa sed de lontananza viene acompaƱada por una extraordinaria atención hacia lo cercano. Hacia cada una de sus amigas, por quienes nunca deja de preocuparse en sus cartas, mientras que nunca se queja de su propia condición (siendo que perdió diez kilos durante los dos primeros aƱos de encarcelamiento). Hacia los pĆ”jaros, cuyo canto reconoce āno sólo el de tal o cual especie, sino el de cada individuoā como ese herrerillo carbonero que viene por las maƱanas a su ventana. Hacia los insectos, sus pequeƱos compaƱeros, hacia las nubes cambiantes:
Ā«todos los dĆas le hago una visita a una cochinilla roja con dos puntos negros pequeƱos en el lomo, a la que mantengo viva desde hace una semana en una rama, en un vendaje de guata tibia contra la brisa y el frĆo; observo las nubes, cada vez mĆ”s hermosas y siempre diferentes, y en definitiva no considero ser mĆ”s importante que esa pequeƱa cochinilla y, empapada en el sentimiento de mi Ćnfima pequeƱez, me siento inefablemente felizĀ».
Nunca distingue entre los humanos y los demÔs habitantes de la Tierra. Llora al ver a los búfalos, convertidos en bestias de carga, agotados, sangrando bajo los golpes de un bruto, en el patio de la cÔrcel. O se alarma «ante la desaparición de las aves cantoras a consecuencia de la racionalización cada vez mayor de los cultivos», que relaciona con «la desaparición de los Pieles Rojas en Norteamérica», a quienes se ha expulsado de sus tierras.
AnĆ©mona de JardĆn. Abril 1915. Cuaderno XI.
Rosa Luxemburgo tiene con ella algunos libros. Ā«No hay nada que lea con tanto interĆ©s apasionado como los libros de geologĆaĀ». «¿QuĆ© es lo que leo? Sobre todo libros de ciencias naturales: botĆ”nica y zoologĆaĀ». Lee a Goethe, al que no abandona y que tambiĆ©n era herborista, y tambiĆ©n a Mƶrike, Shakespeare, Oscar Wilde, Candide, las cartas a su hija de Madame de SĆ©vigné⦠donde de paso se ve a quĆ© grado pueden ser amigas la poesĆa y las ciencias.
Recopila poemas, lee mucho, se preocupa por saber si sus amigas lo hacen tambiƩn. A una de ellas, que es pintora, escribe:
Ā«ā¦un pintor no debe solamente pintar, sino ademĆ”s leer mucho para progresar. Siempre puede usted tomar libros prestados por medio de la seƱorita Jacob, ya sea de su biblioteca, o de la mĆa. ĀæPor lo menos lee usted?Ā»
Un libro āun buen libro, y a veces incluso uno que no sea tan buenoā es un poco como un herbario. Se despliega para ofrecernos el mundo, sus paisajes. Y nos desplegamos con Ć©l.Ā

Hierba de san Juan. Junio de 1913. Cuaderno VI.
Caigo en cuenta de que escribo esto en el pueblo en que nació Teofrasto, el padre de la botĆ”nica: habrĆa sido Ć©l el primero en estudiar las plantas en sĆ mismas, y no en función de su utilidad. Describe seis variedades de manzanas, cuatro de lechugas cultivadas, la ortiga, las rosas, entiende el papel del gĆ©nero en la reproducción de ciertas plantas, un descubrimiento que por largo tiempo habrĆa de quedar perdido. EnseƱaba en un jardĆn, que les heredó a sus amigos, y en el que pidió ser enterrado.Ā
En tiempos recientes se han hecho tantos descubrimientos sobre la forma en que los Ć”rboles, las plantas se Ā«hablanĀ», que me pongo a ensoƱar: tal vez descubramos un dĆa que tambiĆ©n se transmiten historias. Puede ser entonces que las plantas recuerden los paseos que hacĆa Teofrasto, lo que les decĆa a sus discĆpulos. Al rato, cuando vaya a caminar cerca del lugar en que tenĆa su escuela (y su jardĆn), prestarĆ© oĆdo. Y luego continuarĆ© mi lectura del maravilloso herbario de Rosa Luxemburgo.Ā
Traducción: Rafael Segovia

Rosa Luxemburgo, la economista que estudió botĆ”nica, recibĆa correspondencia de sus amigos y conocidos, en la que incluĆan especĆmenes secos o flores frescas que ella prensaba para sus herbarios. Esta edición, inĆ©dita en Francia, del Herbier de prison [Herbario de prisión] estĆ” conformada por 133 lĆ”minas botĆ”nicas acompaƱadas de la traducción de los textos manuscritos. TambiĆ©n incluye sesenta cartas, en las que la revolucionaria habla de su pasión por plantas y animales.
Rosa Luxemburg
Traduction Claudie Weill, Gilbert Badia, IrĆØne Petit, Muriel Pic
Ćdition Ć©tablie et prĆ©facĆ©e par Muriel Pic
2023Ā | 360 pagesĀ | ISBN 978-2-88955-090-6 36
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