Cómo vivir en la incertidumbre sin rendirse al conformismo o la desilusión y cómo prepararnos para el futuro son preguntas que enseguida encienden el debate. Ante ellas, Santiago Beruete, filósofo y jardinero, nos invita a situarnos en el mundo como aprendices. Esa es una de las grandes cualidades que tenemos como seres humanos. Desde su original y vital perspectiva, cultivar es una aceptación del verbo educar. Así, "quien educa tiene un jardinero en su interior porque siembra la semilla de la curiosidad para que sus alumnos florezcan por dentro". A través de su experiencia nos propone volver la mirada a la naturaleza en busca de respuestas.
A de árbol. Los árboles saben cosas que los humanos hemos olvidado, y no es la menor de ellas una paciente espera. Son un monumento a la calma que parecen simbolizar. En nuestros mitos creacionistas y leyendas fundacionales el jardín o paraíso terrenal precede al bosque, pero en nuestra historia evolutiva el bosque es, por el contrario, anterior al jardín. Acaso eso explique por qué sumergirse en una naturaleza boscosa despierta nuestros sentidos, desacelera nuestra mente y resintoniza nuestra conciencia.
En Japón, al final de los años ochenta, en lo más crudo de crisis financiera, se popularizó la práctica del llamado shinrin-yoku o baño de bosque, consistente en dar largas caminatas por pistas forestales, acompañadas de ejercicios de respiración y contemplación meditativa, con el propósito de combatir los nocivos efectos del estrés laboral y poner freno al karoshi o muertes provocadas por el exceso de trabajo. La afición a buscar la serenidad en compañía de los árboles no ha hecho más que aumentar desde entonces. Son más de sesenta los parques nipones que, actualmente, ofrecen circuitos terapéuticos para mejorar la salud cardiovascular y metabólica, tonificar el sistema inmunitario, reducir los niveles de glucosa y cortisol en sangre, activar los linfocitos NK (natural killers) implicados en la regulación de las células cancerígenas, combatir el llamado “desorden por déficit de naturaleza”, la depresión, el insomnio, la agresividad y no sé cuántos males físicos y mentales más. Otros países están siguiendo su ejemplo y han puesto en marcha iniciativas parecidas.
Las buenas escuelas son un bosque, un frágil ecosistema donde todos sus integrantes están interrelacionado por vínculos simbióticos de dependencia mutua formando una malla.
Nadie queda fuera de esa red conectiva, ni puede atribuirse su éxito o fracaso. Lo mismo que los árboles se comunican unos con los otros a través del aire, gracias a los hongos y los microorganismos del subsuelo, con los que intercambian minerales como el fósforo por azúcar, los miembros de la comunidad escolar mantienen relaciones y trueques a muchos niveles. El amor y el respeto son el humus fertilizantes de ese bosque escuela, que integra a todos en un todo. Desde esa perspectiva botánica, cada cual desempeña al mismo tiempo el papel de alumno y maestro. Enseña y aprende. Cultiva y se cultiva.
B de biodiversidad. Tan cierto como que asistimos alarmados a la extinción de las especies a causa del impacto de la actividad humana sobre los ecosistemas marinos y terrestres es que cada año descubrimos nuevas variedades de plantas y animales, incluidos mamíferos, aves, reptiles y peces, aparte de algas, hongos o microorganismos. Por muy extraño que pueda parecer, mientras disminuye el número de especímenes de todos los grupos de organismos, no cesa de aumentar el censo global de la biodiversidad. La Tierra alberga todavía muchos moradores anónimos y no es más desconocida de lo que nos gusta pensar y nos inducen a creer. Los biólogos calculan que el número total de especies asciende aproximadamente a 8,7 millones, de los que tan solo han catalogado con la nomenclatura binominal unos dos. El 80% de los seres vivos siguen siendo un misterio para nosotros. El 80% de los seres vivos siguen siendo un misterio para nosotros. Baste señalar que hay censadas algo más 6.600 especies de animales, si bien se estima que quedan 15.000 más por descubrir. Otro tanto sucede con las plantas. Se cree que existen unas 80.000 plantas con flores aún desconocidas, el 25% del total. Más microorganismos pueblan nuestra piel que humanos se pasean por la superficie terrestre, por no mencionar los vastos jardines bacterianos que creen en nuestro interior. Una abrumadora cifra que escapa a nuestra comprensión, pero nos recuerda que la vida bulle a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Nuestra piel no nos encierra, sino que nos pone en contacto con el mundo.
A pesar de ser organismos pensantes, o tal vez a causa de eso mismo, abundan las personas que defienden la biodiversidad, pero persiguen la pluralidad ideológica y tratan de imponer el pensamiento único, una forma artificial de monocultivo.
El respeto a la vida en sus innumerables formas debe ser el objetivo prioritario de la alfabetización ecológica, orientada a promover la conciencia de la biosfera entre estudiantes.
C de cultivar. La mejor manera de reverenciar la tierra es doblar los riñones para cultivarla. Plantar es más barato que una terapia y, además, recoges tomates, dice un viejo chiste. Bromas aparte, las cualidades necesarias para cuidar de un huerto o un jardín: paciencia, humildad, constancia, gratitud…forman parte de la receta de una buena vida, sea esta cual sea, y de las aspiraciones de una enseñanza transformadora. Se ha especulado mucho sobre ventajas educativas y los efectos moralizantes de crear huertos y jardines en los centros escolares. Buen número de investigaciones a lo largo de los últimos años han demostrado cómo la presencia de plantas y arbolado en las escuelas, institutos y colegios reduce los niveles de estrés en los alumnos, mejora su capacidad de concentración y favorece el aprendizaje. No entraré a valorar aquí los beneficioso y tonificante que, para su salud física y psíquica, puede ser la experiencia de cultivar, me limitaré a señalar que ni el más revoltoso ni negado los estudios de los niños y adolescentes permanece insensible al gozo de ver crecer lo que han plantado. Participar directamente en los procesos de siembra, germinación y crecimiento es una de las lecciones más importantes y duraderas que nadie recibirá nunca. No por nada se dice de alguien con formación que es una persona cultivada.
Todos aquellos que han cuidado de un trozo de tierra saben algo que los demás ignoran.
Por cortesía del autor y editorial Turner, presentamos a manera de invitación un ABC para incitar a nuestros lectores a iniciar su propio camino como jardineros educadores.
Santiago Beruete es antropólogo y doctor en Filosofía y compagina su actividad docente e investigadora con la creación literaria y la jardinería.
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