Mientras la industria editorial continúa debatiendo sobre la llegada del libro digital, la imprenta tradicional – la de impresión manual, con tipos móviles que son formados de uno a uno en cajas tipográficas que luego se entintan para imprimir– revela que todavía puede ser un instrumento para generar espacio público. Si una semilla insospechada, de esas poderosas y marginales a las que basta una breve lluvia para que reverdezcan y confirmen que siempre estuvieron ahí, como acontece con algunas plantas en los desiertos.
Y la poesía y la filosofía toman las calles para permitir entrever otras realidades.
Hoy en día, específicamente en el Cono Sur americano, coexisten distintos proyectos que utilizan la imprenta tradicional para pensar y hacer pensar a los lectores: florece un activismo tipográfico en carteles que retornan al viejo arte de publicar: manifestar, editar, difundir, poner en circulación pública en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay.
Jardín LAC conversó con Imprenta Rescate, proyecto pionero en la impresión activista que confía en que el hallazgo de la idea te elije, y en el detenimiento, la atención y reciclaje lector (¡hay vida más allá de las novedades!), y que la discusión o el aprendizaje autónomo para componer, letra a letra, tiene una poética que nos interpela.
Los historiadores afirman que la imprenta tardó casi tres siglos en posicionarse en el gusto del público, pues cuando apareció en occidente la invención-diseño de Gutemberg hacia 1440 –que tenía sus propias versiones en China o Corea–, los pocos alfabetizados y con recursos que adquirían libros, preferían contratar amanuenses y esperar largo tiempo por un nuevo ejemplar (la innovación del alemán fueron los tipos móviles, pues los asiáticos tenían otras versiones de impresión y reproducción).
En esos primeros años los editores occidentales también eran impresores, y más tarde se convirtieron en libreros. A esa veta original pertenece Leandro Jacob, el responsable de Imprenta Rescate, un taller de edición e impresión que construye textos y frases colectivas a mano, pues sigue creyendo que las ciudades se leen y se escriben en sus muros política, social, amorosa o desamorosamente.
Leandro nos recibe en su taller porteño de la calle Tejedor, en Buenos Aires, Argentina, para conversar sobre la experiencia de componer con tipografías móviles y las diversas resonancias que esto tiene en y para el espíritu de quienes leen, pero también de quienes componen afiches propios en reuniones que llama jornadas de emancipación con tipos móviles. Una mano que toca y compone palabras letra a letra que a su vez, tocarán a otros.
Un renacimiento lector ¿serendipia o epifanía?
Imprenta Rescate nació por suerte súbita: una noche de 2005 un Leandro veinteañero miraba la película Eloge de l’amour [Elogio del amor, 2001], de Jean-Luc Godard, como siempre libreta en mano, y de pronto puso stop para poder leer con claridad la portada de un libro que aparecía en pantalla. Se trataba del Discours de la servitude volontaire [Discurso sobre la servidumbre voluntaria], escrito por Étienne de La Boétie, el gran amigo de Montaigne, publicado por primera vez en 1574 en latín, y dos años después en francés, y que puede ser considerado como el primer manifiesto de la historia, pues interpela y llama a la reflexión-acción.
La historia detonaría otras prácticas: buscó el libro en un internet de inicios de siglo, esperó ansioso durante semanas y al llegar gestionó su traducción al español, seleccionó y publicó algunos fragmentos en formato de afiche (cartel o póster), que diseñó en word y envió vía fax a una imprenta. Eso sólo fue la mitad del trabajo, porque Leandro y un amigo colocaron los afiches en espacios públicos y leyeron algunos fragmentos del Discurso utilizando un altavoz metálico, que todavía (a)guarda en un rincón del taller y que vimos durante la entrevista:
No tenía plata para publicar el libro; además, me puse a investigar, leyendo a Roger Chartier y a otros, qué es publicar: hacer público, que le llegue al pueblo el mensaje. En 1548 no había muchas imprentas, menos había papel para los libros, la mayoría de la población era analfabeta, entonces ¿cómo se hacía?. Uno de los métodos de publicación –de hacer público–, era la plaza: alguien escribía un bando, lo pegaba en un árbol, y lo decía en altavoz.
Con un amigo publicamos afiches de 1 m x 70 cms con fragmentos del Discurso y lo pegamos enfrente del Congreso, enfrente de universidades, y después lo presentamos clavándolos en un árbol, y a medida que los clavábamos, con este megáfono de hojalata leíamos esto de que la gente se somete porque quiere. El libro es hermoso, el texto es hermoso. Años después logramos hacerlo libro –una amiga diseñadora nos ayudó a diseñarlo en Quark–, lo publicamos y lo distribuimos en librerías, lo publicamos con el sello Superabundans Haut.
Poco tiempo después, milagrosamente, apareció en sus vidas Dorotea –del griego Δωροθεα (Dōrothea), que significa “regalo de los dioses”–, una imprenta alemana de 1905: Un lector del Discurso nos ofrece la prensa de su padre, porque él va a vender la casa de su madre, recientemente difunta. El padre ya había muerto y la máquina estuvo 30 años detenida, tapada. Primero le dijimos que no; después, nos la presta, nos da gentilmente las llaves de la casa de su madre, hasta que la venda, y hasta que nosotros le encontremos la vuelta. La fuimos limpiando, le conseguimos una correa, motor; le conseguimos tipografía, le conseguimos tinta negra y empezamos a probar, y fue una especie de romance hasta el día de hoy. Creo que fue en el 2008, 2009, algo así. En el 2012 mi amigo dejó de trabajar y le cambié el nombre al proyecto por Imprenta Rescate.
El rescate de los demasiados libros
Casi al mismo tiempo, Leandro se topó con Los Demasiados Libros, del mexicano Gabriel Zaid (publicado originalmente en 1972), y se cuestionó su labor: ¿valía la pena seguir trayendo libros al mundo? Afortunadamente, se dio cuenta de que los importante de los libros es que forman parte de una actividad cultural esencial, la conversación –como afirma Zaid–, y de que la imprenta tenía muchas más posibilidades que solo publicar libros.
Más allá del libro, la abundancia de ideas forma parte de una especie de “reciclaje lector” fertilizador, al margen de lo que hoy llamamos “industria editorial” (donde no es extraño que libros, autores e ideas devengan en mercancía):
Tuve el encuentro providencial que prácticamente salvó la vida de este proyecto: Los demasiados libros, de Zaid. Yo dije, “no vuelvo a imprimir libros”, y yo de ahí ya peleado con el libro. Pero luego me di cuenta que a mí de la práctica de impresión me interesa particularmente la conversación: inicio una conversación a través del artefacto cuaderno, libro, afiche, cuando le llega al destinatario, aporto a esa conversación.
Tengo el cuaderno para el consultante de I Ching. Es un cuaderno que es como si fuese el diario íntimo de las personas que practican el oráculo del I Ching. ¿A cuánta gente le va a interesar esto? Te contesto: cinco. Entonces hago eso para cinco.
Después hay otro libro, el discurso que dio Federico García Lorca en la biblioteca en su pueblo natal, que le puede interesar a más personas sí, pero francamente le va a interesar a muchas menos personas que las que debería interesarle.
Hay algo que se llama desarrollo, y el desarrollo cubre todos los aspectos de la vida. Entonces es alimentar este desarrollo. Lo importante es que la gente quiera conversar y quiera modificar algo. Vos podés hablar del mercado cuando hablas de harina, de productos electrodomésticos: yo no me estoy ocupando del mercado, acá hay una población humana y mensajes, ¿cómo hacemos para que esos mensajes le lleguen a la persona que le tiene que llegar, no que el mensaje conquiste a cualquier persona?
Entonces es eso, para mí un libro es eso, un afiche, porque sintetiza, ¿no? No es la venta. No es ninguna resistencia, no hay ninguna lucha contraria: bastante tengo con encontrarme con la persona lectora, por ejemplo una puérpera que se encuentra con los consejos de Montessori: ¿a quién le importa? Doy fe de que al descubrir justamente a María Montessori, muchísima gente ha llorado, como vos.
De alguna manera se fue configurando mi trabajo desde el comienzo; fue un camino que te lo estoy contando como si fuera una estrategia a posteriori, te estoy diciendo lo que ya pasó y que yo veo el recorrido.
¿Las citas de los afiches? Yo no decido nada, no selecciono nada: el texto viene y yo soy el que está elaborando el mensaje para que el mensaje se multiplique. El mensaje te elige a vos: “Leandro, ponete ahí enfrente de la mesa, quédate parado componiendo, imprimiendo”. El mensaje me toca a mí, después a cada uno. Ésa es mi función.
"Me pongo a leer a Eugenio Carutti en un libro que no habla de libros, sino de la inteligencia planetaria, y en el prólogo él dice “el libro deja de ser un objeto y se revela como un vínculo”. Entonces yo digo “absolutamente de acuerdo”, y lo imprimo. Gente que no conocía a Carutti lo conoce, gente que está pensando sobre el libro, lo lee.
También es interesante que no lo dice un editor, un especialista: subliminalmente, es un rescate de la generalidad. Hay que decirle al profesional: “dejá de ser profesional, compórtate como un humano, íntegro, sos un generalista, no solamente sos lo que estudiaste”.
La imprenta ha dejado de ser una máquina y se revela como un espacio generador de vínculos
Un buen editor quizá sea también bibliotecario del mundo, porque nos ayuda a leerlo, aunque edite en muros o en páginas. Hoy en día Imprenta Rescate ha compuesto –a mano– para los diversos lectores afiches o carteles, cuadernillos, pequeños libros y alfabetos imprimibles. Pero no solo eso, también ha extendido la práctica impresora a otros, abriendo periódicamente su espacio para ofrecer talleres de emancipación en los que los participantes componen con tipos móviles, pacientes y emocionados, sus propias matrices, para después imprimir, gracias a Dorotea, las inquietudes que cada quien anhela resolver por propio espíritu.
Soy un auencanta vincularme con gente que sabe muchísimo, y que se profesionalizó, pero hay una descompensación. Hay un equilibro humano qué realizar.
"La práctica humana que vos realiza durante el día, tiene que ayudar a emanciparte, no puedes llevarte a un lugar de manumisión. Porque si no, sos un esclavo asalariado.
Hay una riqueza que yo obtuve gracias a la práctica manual de este taller, de darme cuenta de la importancia de equilibrar la tarea, de no hacer de más, de no querer ocupar, conquistar. Me di cuenta que cuando hay anhelos del alma que aquí se presentan en su ausencia y entonces te hace atravesar la puerta e ir a buscarlos a otro lado. Hay que salir al mundo, hay que conversar con la gente, hay que verla en acción. Y eso te va a dar también la empatía y vas a entender qué es todo esto que esa persona tiene que vos te estás privando por tu especialización, porque te quedaste encerrado.
Ya estuve muchísimos años encerrado, viví acá en el taller incluso; en un momento dije no, tengo que entrar y tengo que salir: la gente entra a la imprenta a conversar, viene con gente a hacer otras cosas, ahí está la riqueza: esa abundancia de la vida. Dice Atahualpa: somos tierra que camina. Tenemos una estructura energética muy semejante a los árboles, pero los árboles se quedan detenidos en un lugar, y mirate vos, estás en Parque Chacabuco y venís de Tijuana.
Uno cuando hace, hace con su totalidad, pero lo que hace no refleja todos los aspectos de su ser. Entonces, si yo siento necesidad de bailar, puedo componer como si estuviese bailando, pero va a llegar un punto en el que voy a tener que detenerme de imprimir y ponerme a bailar. Por ejemplo, si yo quiero hacer algo –si estoy pensando gráficamente qué puedo hacer para la comunidad de personas menores de 10 años–, lo qué tengo que hacer es ir a la plaza, ir a un parque, verlos jugar, no estar pensando aquí, en demasía, en gramaje de papel y epígrafes.
¿Se puede sembrar a mano la agitación? ¿qué puede algo mínimo, como una frase, unas cuanta letras una al lado de la otra en una hoja? Cuando leemos juntos, algo le habla a la individualidad de cada quien, y a veces, si esas palabras mantienen un cierto espíritu, pueden no solo implicarnos, sino alimentarnos por un tiempo indefinido. Y a esto apela Imprenta Rescate.
“A veces se produce una cita, pero no se produce un encuentro, ¿qué puede hacer uno para que el encuentro se produzca?: seguir trabajando la disposición y la disponibilidad interna para ser lo suficientemente abierto y tener las manos libres para ir al encuentro.
Algunos otros proyectos de activismo tipográfica y acción en el espacio público en el Cono Sur: Prensa La Libertad, Afiches de la munda, Conquista editora, Magia Negra e Ilusión gráfica en Argentina; TipoLab UEMG y 62 62 Pontos en Brasil; bigsurbooks, La Linterna de Cali y Proyecto Relámpago en Colombia; Obrera Gráfica y Laboratorio Artífice en Chile, Kikuyo Editorial en Ecuador, así como Caja Baja Canelones y microutopías en Uruguay.
Te puede interesar:
댓글