Se dice que Documenta es el evento periódico artístico más importante a nivel mundial, junto con la Bienal de Venecia. Desde 1952, cada cinco años, el equipo curatorial reúne artistas y obras del mundo sin hacer una representación necesariamente geográfica del arte o los artistas. La Documenta intenta arrojar luces sobre los lugares y las prácticas artísticas del momento; sus métodos suelen ser radicales y sus resultados controversiales, esa es parte de su leyenda.
En la edición número 15, el comité asesor de la Documenta propuso para la dirección artística al colectivo indonesio Ruangrupa, bien conocido en el medio de las bienales internacionales por sus conceptos de trabajo colectivo y prácticas estéticas sociales, algo similar a lo que en México llamamos el tequio: el trabajo comunitario realizado por compromiso sin lucro, para beneficio de la colectividad.
La organización Ruangrupa puso manos a la obra desde hace un par de años para preparar la Documenta e invitó a catorce colectivos de varios países agrupados en torno a un lumbung (tequio), quienes a su vez convocaron a otros artistas, llamados majelis, que estuvieron encargados del trabajo de siembra de ideas y temas locales e internacionales. El evento gira en torno a generar enfoques económicos alternativos (fuera del mercado del arte), de gestión y de organización colectiva. La idea de arte individual es abolida y en su lugar se promueven acciones y programas para recuperar espacios inclusivos para poblaciones marginales, con el fin de apoyar tareas sociales, de justicia y sustentabilidad en espacios naturales y urbanos en países no desarrollados. Se trata de un salto cualitativo enorme, alejándose de bienales en las cuales la exposición gira en torno al artista, su obra y su experiencia artística.
Ruangrupa comenzó introduciendo sus propios términos de trabajo para demostrar que la exposición no sería únicamente una muestra de arte, sino un paréntesis histórico desde la óptica del sur global. Temas como la fenomenología decolonial, la migración, la violencia y la defensa de los derechos humanos, alternan con la abogacía sobre el acceso a la cultura de grupos minoritarios y en favor de la neurodiversidad. La Documenta 2022 intenta reunir modos de trabajo colectivo en el arte, sus ideas, sus motivaciones, los problemas que enfrentan, las soluciones que aportan. La educación, la experiencia y la participación son parte de este modelo. En las salas de museos y espacios urbanos de exposición los productos expuestos alternan con salones y lugares donde se comparten experiencias de enseñanza y aprendizaje.
Los resultados son evidentes, desde la llegada a la plaza central de la ciudad de Kassel, donde se encuentra el museo Fridericianum, centro neurálgico de la Documenta, se observan grupos de niños y jóvenes escolares. Las columnas de la fachada del museo han sido pintadas de negro e inscritas con gis blanco con lemas políticos y nombres de colectivos (Black lives matter, la lucha de las mujeres argelinas), obra del rumano Dan Perjovschi. En el primer piso del museo se colocó una guardería para niños que visitan la Documenta por primera vez. Para que los mayores puedan ver la exposición, los chiquillos pueden quedarse en este jardín de niños llamado Rurukids. En el lado opuesto, otra experiencia educativa: the Gudskul abre sus puertas al público adulto para jugar y mover la imaginación. Entre hamacas y asientos improvisados, la gente se detiene a leer o reposar rodeada de planos, esquemas de pensamiento y algunas pinturas.
La exposición parece centrada en servir de caja de resonancia para ideas políticas en boga. Según Otto Cázares, la idea del artivismo es hacer arte que rebase los límites de lo mediático y lo político, e ir directamente al sentimiento de las personas. Somos personas sensibles que razonan, no al revés. Por tanto, el arte contemporáneo se encuentra en el filo de la navaja, donde puede marcar una diferencia o convertirse en retórica mediática como cualquier otra.
Gudskul, Biblioteca Keleketla y Museo Friedericianum
Sostenibilidad y solidaridad
El catálogo de la exposición hace las veces de una guía, en la que ofrece los llamados mini-majelis, otro término indonesio, que significa células de creadores que comparten ideas, estrategias y anhelos. El colectivo LE 18, originario de Marrakech, presenta su historia como centro cultural a través de pláticas, talleres y proyecciones de videos. El texto del catálogo describe así su participación:
LE 18 transforma su espacio en un lugar para conversaciones e intercambios sobre los procesos, los retos y los fracasos que surgieron durante nuestra preparación para participar en la Documenta. De esta manera se abren a discutir el sentido de agotamiento y (auto) explotación provocada por los grandes eventos artísticos. En este caso, se presta a la exploración de estructuras donde operan los trabajadores culturales y ofrecen la oportunidad para deconstruirlos publica y colectivamente.
Sin olvidar que Indonesia fue uno de los países más salvajemente colonizados por los holandeses en el siglo XIX, y que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial sufrió nuevamente el colonialismo y la imposición de Suharto, el líder militar que impuso un gobierno de terror. La labor de Ruangrupa parece estar más motivada por el cruce de historias entre la descolonización y el militarismo anticomunista. No obstante, parece extraño que en toda la exposición no hubiese mención alguna sobre el conflicto Ruso-Ucraniano, cuyas consecuencias sociales y políticas se sienten ahora en todo el mundo.
Investigación y creación incluyente
La dirección artística de Ruangrupa solicitó a los invitados que respondieran a la pregunta: ¿cómo puedes llevar a Kassel lo que tú haces? El arte está enraizado en la vida a través de la tradición del lumbung (tequio). Por medio de la cultura colectiva se pretendió representar los procesos que dan lugar a las obras de arte: la cosecha del trabajo de siembra.
El Museo de la Cultura Sepulcral es uno de esos acervos únicos en Europa por su vocación para coleccionar elementos usados en ritos funerarios. Su colección consiste en carrozas funerarias, lápidas, entierros, embalsamados y formas de representación de la muerte (ya sea vestida como mujer, plantando y cegando vida o como seductora consejera del poder).
En este museo se encuentra la obra Manifold (2022) de Erick Beltrán, artista mexicano cuya carrera destaca por su investigación sobre la edición de la imagen impresa. Beltrán integró un grupo de estudiantes para investigar sobre la multiplicidad, basándose en las teorías de de Furio Jesi, Aby Warburg y Horst Bredekamp.
El equipo, dirigido por Beltrán, indagó sobre la figura de Hércules, héroe mitológico representado en una colosal escultura que domina la ciudad de Kassel desde lo alto de un cárcamo del siglo XVII que distribuye el agua en la ciudad. El tema da lugar a una profusa búsqueda académica, que deviene en un nudo de ideas sobre la función del mito, su verdad y su utilización política.
El resultado de la investigación es una compleja puesta en escena de esquemas e imágenes sintetizados en una escultura de bronce en forma de nudo, conteniendo los símbolos de la mitología, la relación del presente con el pasado y las formas de construcción del poder. Estrictamente hablando, ésta no es una obra colectiva; aunque está basada en una encuesta con habitantes de Kassel, con imágenes que fueron mencionadas durante las entrevistas, se aprecia la autoría de Beltrán.
escultura de Erick Beltrán
Menos grandilocuente es la propuesta de Cráter Invertido, el colectivo de artistas de la CDMX, organizados como célula de producción editorial y artística. La publicación fue expuesta en Ruruhaus, el centro de los debates colectivos de la Documenta. En sus páginas, el libro ilustrado aborda el tema de las colectivas de mexicanas organizadas para la búsqueda de mujeres desparecidas desde hace décadas. La suya ha sido una labor silenciosa, sin apoyo de la autoridad, unidas por la sororidad.
Algunas de las exposiciones tienen lugar en edificios abandonados o forman parte de la vida nocturna de Kassel. Hafenstrasse 76 es un edificio de los años cincuenta, cuando la ciudad fue reconstruida. Ahí se localiza el trabajo del colectivo Foundation Class Collective (CET), que integra los diferentes planteamientos procedentes de zonas localizadas en múltiples usos horarios. De la obra expuesta se deducen posturas de género, diversas estéticas queer (procedentes de Vietnam, Argentina, Nueva Zelanda), así como propuestas de arquitectura autosustentable, basada en técnicas de reciclaje desarrolladas por el colectivo Composting Knowledge. El conocimiento y la estética se dan la mano para mostrar que la práctica artística combina lo útil y lo estético: prendas de vestir hechas con pelo de ñu y casas-habitación a prueba de sismos y tsunamis.
En el Bar Lolita, un antiguo referente de la cultura underground de Kassel, la atmósfera es similar a la que puede encontrarse en cualquier distrito gentrificado de las ciudades de hoy: la discoteca lésbica (Party office Fadescha), una librería marroquí (LE 18), un bar y un jardín botánico con especies importadas y cultivadas por el grupo vietnamita Na Shan Collective. Estás son modalidades de participación más fluidas en las que es virtualmente imposible distinguir el arte y vida, la producción estética de la Documenta y el ambiente de la ciudad.
Mientras el parque más elegante de la ciudad, el Karlsaue, es sitio de las propuestas dedicadas a la vinculación entre cultura y naturaleza. La primera de ellas es una instalación del holandés Joep Van Lieshout, que como ya es costumbre, aborda un tema de higiene social. Esta vez dedicando un excusado monumental a las “grandes cagadas” medioambientales, titulado Excrementus Megalumanus. En medio del parque se encuentra también otra instalación de Más Arte Más Acción dedicada a la recuperación de árboles enfermos para convertirlos en composta. Y para finalizar el barco Ciudadanía, que cruza el río Fulda todos los días para ofrecer cursos, charlas e intercambio entre los arquitectos del colectivo berlinés Center for Art and Urbanistics y el público local.

Excrementus megalumanus, de Joep Van Lieshout
La Documenta 15 intentó llevar a un escenario del primer mundo las prácticas de gestión y resistencia que ocurren en lugares muy distantes del tercer mundo. No parece que la iniciativa haya conseguido llamar la atención sobre una forma menos eurocéntrica y menos logocéntrica de producir sentido artístico. El escenario global ha demostrado vulnerabilidad ante la pandemia y el agravamiento de la crisis planetaria, pero es en estos momentos cuando el ejercicio del arte se sostiene como una práctica de supervivencia ante el capitalismo que no cede y como estrategia de resistencia frente a las propuestas democráticas que parecen agotadas.
Lo que se puede percibir a través de la dirección artística de Ruangrupa es que la era del curador y la curaduría, como actor y fenómeno organizativo del arte en las últimas cuatro décadas, comienza a declinar. Los artistas del primer mundo cedieron el terreno a los curadores, y ahora los colectivos artísticos del tercer mundo demuestran que el trabajo artístico posee una independencia de gestión y de discurso con respecto a las academias, las instituciones y el mercado, lo cual les permite libertad e independencia. ¿Podría ser este el camino para que el arte vuelva a palpitar como experiencia colectiva?
Imágenes de izquierda a derecha:
Komina Film a Rojava. Azerbaiyán.
Ingreso a Haffenstrasse 76, Kassel.
Instituto de Artivismo Hannah Arendt, Cuba.
Ferhas Publishing Practices, Berlin.
Baño sauna. Fundación Class Colective. Haffenstrasse 76. Kassel.
Borrowed faces. Colectivo editorial Fehras, Berlin.
Crater Invertido. Foto de Oscar Cueto.
Fachada del Museo Fridericianum, obra de Dan Perjovschi, Rumania.
Mujeres roma. Colectivo Off Bienale, Budapest.
José Manuel Springer es curador y crítico de arte. Imparte clases de teoría e historia en la escuela La Esmeralda.
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