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Ramón Salaberria

Francisco Toledo, hacedor de bibliotecas



Para Elisa Ramírez, que estuvo en el origen de lo que aquí se cuenta.

 

Francisco Toledo en una de las salas de la biblioteca del IAGO. § SAÚL RUIZ / EL PAÍS

Soy el que más ha aprendido de esta biblioteca. A partir de que tienes que hacer una biblioteca, consultas catálogos de libros, buscas lo nuevo que está saliendo y lees todo. El primer beneficiado de esta biblioteca soy yo. En la biblioteca del IAGO hay libros que hubiera deseado tener cuando empezaba en el arte.

(Francisco Toledo)



tres tristes tipos

Yo manejaba el vocho y en el asiento de al lado venía Francisco Toledo. En el de atrás, Omar Fabián Rivera, por ese entonces, 2004, coordinador de la biblioteca del IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca). Íbamos a entregar una donación de libros de Toledo al penal femenil de Tanivet. (Toledo seguiría donando libros a la biblioteca del penal durante años y en 2015 impulsó un proyecto de huertos comunitarios y un gallinero, todavía hoy vivo). Ningún fotógrafo, ningún reportero nos esperaba. Simplemente, tres tristes tipos con un pequeño cargamento de libros. Modo de hacer tolediano.


Ese mismo día fuimos a otro destino (Academia de Policía, en San Pablo Etla) con el mismo objetivo: entregar libros para su incipiente biblioteca.


Como bibliotecario que soy, Fernando Gálvez de Aguinaga, entonces director del IAGO, me había contactado para echar una mano en la tarea de Toledo de apoyo a bibliotecas de Oaxaca ciudad y Oaxaca municipios. Me contó algo de lo que yo sólo sabía muy por encima: Toledo apoyaba a más de 350 bibliotecas, desde el rescate de la biblioteca Burgoa con su acervo de incunables y libros coloniales y antiguos, hasta la fonoteca de Santa María Tlahuitoltepec, la biblioteca del Centro INAH, bibliotecas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, de escuelas primarias y secundarias, de centros culturales.


El plan era ir a más. No quedarse sólo en las donaciones sino hacer un estudio de las necesidades de esas bibliotecas y formar a su personal. Para eso recorrimos las pequeñas bibliotecas de los valles centrales y de la sierra Norte, hablamos con los encargados de esas bibliotecas, elaboramos informes y llegamos a la conclusión que cada tres años el nuevo Presidente Municipal llegaba al cargo como emperador romano: con su propio bibliotecario (su cuñada, el hijo de algún compadre al que debía un favor...). Cada tres años el cargo cambia de manos. Tiempos difíciles para formar bibliotecarios. Arar en el agua.


 



el núcleo del reactor

La biblioteca del IAGO es una de las bibliotecas relacionada con las artes, de acceso público, más importantes y hermosas de Latinoamérica: por su acervo, su génesis, su belleza sencilla, su manera de llevarla, por su viveza. Toledo la abrió en 1988 con libros de pintura, grabado, fotografía, literatura, arquitectura, gráfica, escultura, artes populares, música... Creció, creció (unos casi 70,000 volúmenes) y ahora se ubica en dos espacios de la ciudad. Además de salas de exposición de obra gráfica el IAGO tiene un patio con techo de buganvilia que durante años ha sido trepidante salón de actos: música, libros, escenario de denuncias comunitarias, performance, proyecciones, lugar de encuentros...



 



más de 600 películas al año

El Cine-club El Pochote proyectó durante 17 años, hasta 2011, dos películas diarias, seis días a la semana, en acceso gratuito. Nos ofreció más de 600 películas al año, en una austera sala (los espacios creados por Toledo son austeros y bellos) con capacidad para 150 espectadores. Ciclos variados de todo tipo de cinematografías, visitas de cineastas y coloquios, préstamo a escuelas, colectivos, instituciones: la penitenciaría de Ixcotel o el anexo psiquiátrico del penal de Zimatlán, por ejemplo. Cuando cerró en la ciudad de Oaxaca se trasladó (con sus 2 141 películas en DVD y 2 578 en VHS) a San Agustín Etla, donde se localiza el Centro de las Artes San Agustín (CaSa). También se creó el Premio Internacional al Cine Digital El Pochote (una medalla de plata diseñada por Toledo): Jaime Humberto Hermosillo (2005), Agnès Varda (2007), Arturo Ripstein (2009), Alexander Sokurov (2010), Atom Egoyan (2015).



 



hijos del IAGO

Asocio a Toledo con un educador. Un educador que no tiene nada que ver con centros escolares, lecciones magistrales, cuotas de inscripción, exámenes, diplomas, certificados... Toledo se inserta en otra tradición. En Oaxaca, uno de los territorios con más culturas y mayor índice de analfabetismo, no opta por algo así como Campañas de Alfabetización, sino que se olvida de diplomas y cursos y opta por todo lo demás, aquello que rebasa los estrechos cauces del academicismo docente. Toda persona tiene la posibilidad de un goce estético, de un desarrollo de su sensibilidad. Algo que va más allá de acceder a la información.


Toledo impulsa una educación podríamos decir difusa, abierta a toda persona curiosa, de acceso libre, al ritmo, gusto e intención de cada cual. Por medio de bibliotecas, de cine-clubs (otro tipo de bibliotecas), de fonotecas (Fonoteca Eduardo Mata), de acervos fotográficos (desde el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo), de bibliotecas de plantas como el Jardín Etnobotánico (espacio que sin la presencia de Toledo en Oaxaca muy probablemente hubiera terminado como estacionamiento), la biblioteca Jorge Luis Borges para personas ciegas y débiles visuales... Más interesante aún es el hecho de que Toledo no sólo inauguraba centros sino que los cultivaba, trabajaba constantemente, los hacía crecer. Les destinaba dinero y su tiempo. Ejemplo de ello es, por ejemplo, la excelente selección documental de la biblioteca del IAGO, en la que la mano de Toledo se hace presente.


Hay otro aspecto que siempre me interesó en la actividad bibliotecaria de Toledo. Apostaba por contratar a jóvenes oaxaqueños para sus espacios culturales, proporcionándoles una formación en el oficio y un sueldo para poder seguir con sus estudios. No fichaba a grandes expertos y doctores sino que optaba, en términos futbolísticos, por crear cantera.


Uno de esos canteranos, Luis Manuel Amador, oaxaqueño de Juchitán, trabajó casi siete años en el IAGO en distintos puestos y tareas, cerca de Toledo "al mismo tiempo nuestro tío, jefe, abuelo, padre adoptivo serio o malencarado por ratos, a veces profundamente amable y amoroso; escurridizo, apresurado, o cavilando entre los libros con la calma de un santo que acaba de entrar a una biblioteca del mundo". Lo tiene claro: "Toledo, con sus obras y sus actos, ha aportado más a la cultura y a la democracia de Oaxaca y de México que todos los funcionarios de generaciones juntos".


"Es increíble lo que está pasando aquí. Cada día hay un evento cultural, hay cientos de artistas, decenas de talleres, más de 20 colectivos, entonces, la gráfica que hay en Oaxaca es un fenómeno increíble a nivel mundial", afirma la historiadora de arte Deborah Caplow. "La biblioteca del IAGO es única en el país porque no hay otra biblioteca abierta para los jóvenes. Las bibliotecas en México siempre están cerradas y ésta es de estantería libre, de ahí que la mayoría de los grabadores dicen: 'somos hijos del IAGO', porque aquí se formaron".


Alguna vez, hace años, un amigo, Daniel Goldin, al contarle lo que pasaba en Oaxaca me dijo: "Toledo está tocando una tecla profunda". Nunca imaginé tener un amigo, más allá del nombre, profeta.




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