Herbario. Apuntes sobre la lentitud, el espigar y el ajardinar*
- Wilson Pérez Uribe
- 4 jul
- 4 Min. de lectura

En el fondo de un jarrón una rama seca. Consuela esa soledad material que poca atención solicita. Son cosas que hablan en voz baja. No juzgan. Retienen unas pocas y sabidas palabras.
*
Moderación y severidad, decía ese hombre de campo. Sus manos callosas sostienen la azada. Vuelve, entre la bruma de la mañana, a inclinarse sobre la tierra húmeda.
*
Es propio de los solitarios: aman al mundo sin sentirse propietarios de él. No han necesitado más que una parcela abandonada y, en apariencia, estéril, como Elzéard Bouffier, ese hombre parco y generoso de Jean Giono.
*
Cuántos acertijos en lo no visto. Hay vidas que, ignorándolas, germinan, ofrecen fruto, enferman y declinan. Son el comienzo y el resumen. Poco dicen y eso les basta. Adquieren el cuerpo del arroyuelo, la nube, el diente de león, la hierba. Es humilde su trabajo: se ofrecen en su completud y se despiden.
*
Se ausenta largas horas. Dedica extensas jornadas al arado. Se arrodilla sobre la blanda tierra. Retira las malezas con paciencia. Con el dorso de la mano limpia su frente.
Días de verano.
*
Sabe comprender ciertas lecciones: la huella de la piedra, el goteo persistente del agua, la docilidad de la flor, la hierba mecida por un soplo de aire.
Sin mayores esfuerzos, la cosecha del trigo.
*
Insiste en el cultivo de su jardín. Girasol, jazmín, lavanda, agave, margarita, tulipán. Con minucia trasplanta los brotes y poda la hierba. Las flores le consuelan. Pasa los días admirando los colores, las texturas, las señas de crecimiento. Dócil ante esas formas de discreta felicidad, agradece en silencio. Busca con paciencia la razón de la hoja perfecta, pero descubre en el tallo una irregularidad, incluso un sobresalto perturbador. La belleza, de la que era fiel creyente, también acechaba en el pliegue inexacto, en la aridez, en la poca duración de la tonalidad sobre el pétalo.
*
Hurga en la herida una respuesta en la que pueda confesarse. Busca en esa porción de carne lastimada un signo. Cada día vigila la sutura que se acrecienta sobre la piel. Allí, la extrañeza de lo que no termina por sanar.
Hay huellas que no se borran. Llevan su oportuna memoria. Algo aconteció, en lo imprevisto, cuando removía la maleza del huerto. Piensa que estar indemne es traicionar al mundo. Entorna la mirada en ciertas zonas de su cuerpo, en las que abundan marcas donde se ha calcado el tiempo, como quien busca el lugar del dolor para sentirse vivo.
*
Estudia con frecuencia las texturas silvestres de los hongos y la madreselva. Coteja formas, tonalidades y conductas. La vida que alguna vez ignoró, por pasajera y poco deslumbrante, ahora le resulta sugerente. En los hierbajos que crecen alrededor de eucaliptos blancos, acacias y robles, descubre que la tierra se ha endurecido. Las raíces superficiales de los árboles más ancianos han dominado las frecuencias del crecimiento y los ardores de la floración.
*
Soledad poblada de flora.

*
El orégano, luego de cortarse sus hojas y sus flores, retoña. Herido el tallo, emerge la luz. Los manojos se cuelgan en lugares aireados. La sombra resguarda la lentitud de lo verde a lo reseco. Las antiguas creencias arguyen que, en la opacidad de los colores, algunas plantas revelan sus fragancias.
Los romanos situaban cortes de ramas de orégano sobre las tumbas para alegrar a sus difuntos.
*
En un antiguo relato japonés se cuenta la historia de una dama que amaba los insectos. Coleccionaba orugas y mariposas jóvenes, caracoles y cigarras. Los señores de la corte imperial se confundían al ver a una dama con la piel maltrecha, las manos sucias, los dientes blancos y el cabello enmarañado. No prestaba atención ante las críticas que le imponían el modelo de las mujeres del séquito japonés. Su consolación, si acaso podía hallar alivio en modestas perplejidades, era el de ser una coleccionista de vidas minúsculas destinadas a perecer en un instante de belleza.
*
Los hallazgos tienen un carácter de enigma. Son, en su orden, transparencias que atraen y reconfortan. Develan, de manera parcial, un fragmento de tierra, un ángulo del cielo, una gestualidad del tiempo. Son minucias que justifican, breve lección de pájaros, ternura que salva al mundo de la indolencia.
*
Regresa a casa. Le asombra que el mantel sobre la mesa no se haya arrugado. La silla, en el mismo espacio, recibe un haz de luz desde la ventana. Cuánto reposo en lo callado. Cuánta soledad no visitada en días de bullicio. También las palabras, esas dedicadas a señalar, a la manera de un dedo que rotula, separa y contrasta, no son más que señas corroídas de un lenguaje en falta.

*
Vegetar, ese verbo fértil que convoca el germinarse, nutrirse, crecerse.
*
Los lugares apartados son cartografías de la memoria. Propician el pensar. Es así como buscamos la ausencia. Se suele creer que en los humedales abandonados la aridez se prolonga. Lo más vivo, que es también lo más escaso, anuncia su pequeña respiración en parajes poco frecuentados. En la orilla de un distante río, cuyo curso calmo se adentra en la vereda alta, crecen hierbajos que sirven de amparo a la eclosión de las libélulas.
*
Los brotes del roble no ascienden en la luz abundante. Se irguen en la sombra. Las raíces escuálidas se abisman en lo oscuro.
Lo que crece abre surcos al misterio.
*
Los libros que se escriben con paciencia, como abonando la tierra, sin esperar más que un brote, contienen la voz del agua: el reposo y la huida.

*Fragmentos del libro inédito Rollo de seda color té+
Wilson Pérez Uribe (Colombia, 1992). Es Magister en Educación de la Universidad de Antioquia y docente en la misma institución.
Escribe poesía y ensayo. Algunos de sus textos han sido publicados en Colombia, México y España.
Algunos de sus libros son: Movimientos (Editorial Universidad de Antioquia, 2018); Libro de la mirada (Pre-Textos, 2020); Interior con luz solar (Editorial Universidad de Antioquia, 2021); Estudio de las pérdidas (Pre-Textos, 2022). Además, en el número 94 de la revista Leer y Releer, del Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia, titulado Escribir, prolongar el tiempo, se recogen algunos ensayos propios sobre mujeres escritoras en el siglo XX.
If you're feeling overwhelmed, dissertation writing services offer real support. I got expert help and peace of mind when I needed it most.