En 1986, Mary Oliver publica su libro “Dream Work”, siguiendo la estela de su trabajo en “American Primitive”, de 1983, con el cual se hizo merecedora del Premio Pulitzer. Un libro ambiguo y fascinante que condensa el aliento de la poesía de Oliver y que fue traducido recientemente por lxs poetas argentinos Natalia Leiderman y Patricio Foglia, y editado por el sello Caleta Olivia, en la ciudad de Buenos Aires.
Esta semana compartimos un fragmento del prólogo a la edición de “El Trabajo del Sueño”, seguido por cuatro poemas tomados de la edición de Caleta Olivia.
Por más propio que se sienta, por más lúcido que sea, el sueño tiene siempre la distancia teatral de una representación. ¿No parece provenir de una tierra lejana, ajena? ¿No es asombroso recibirlo como si fuera un mensajero? Aun en la teoría freudiana, quizá la que todavía más reverbera en Occidente, el trabajo del sueño (metáfora, condensación, desplazamiento -tarea poética mediante-) monta un teatro donde mi sueño me pone en presencia de mí como si fuera otro. El sueño es umbral, territorio fronterizo: roe formas fijas, amasa criaturas ambiguas. Como todo buen poema, como toda traducción, el sueño distiende los límites de la subjetividad, y los egos se repliegan para que, por fin, emerja desde su fondo burbujeante la voz colectiva que es, en rigor, cualquier voz cuando es verdadera y personal.
Octavio Paz habla del salto a la otra orilla: salto mortal que da la poesía, hacia lo otro y hacia mí mismo en el mismo gesto. Y este salto, por más epifánico que parezca, se elabora con sudor, con trabajo humano. Porque en el fondo -¿o en la superficie?- está el trabajo de la vida: el cuerpo furiosamente vivo que crea y recrea su experiencia, que solo puede comprenderse si se comprende como parte de un todo.
Traducir quizá sea como contar un sueño, traerlo a la fragilidad de este mundo. Quizá sea como tener un cuerpo vivo entre las manos, y tener que trasladarlo de una orilla a otra del lenguaje. Procurar que al llegar conserve la respiración, el pulso, la vértebra musical. El movimiento es parte de lo vital, y no hay fórmula que pueda evitar que traducir sea una tarea más o menos frustrada. Pero la traición más grave de la traducción parece ser otra: la mezquindad de no compartirla, de no intentar hacer resonar los poemas en nuestro idioma, en la variedad de la lengua que más físicamente nos alcanza. Porque somos irremediablemente humanos: no nos cabe otra cosa que el barro, las copias, los cuerpos, lo posible. Y en esa materia que somos, solo podemos ser eternos, solo podemos encontrar amor (es decir, tirar contra la muerte) a través de volcarnos a los otrxs, ser otros. La traducción, como quiere Borges, es siempre traducción de otra, infinita. La cadena de transformación está siempre in media res, y sigue. Que esta traducción sea otro sueño, otro hermoso misterio en el que espejarnos, y también un rezo al cual aferrarse en este mundo roto.
Poema de la mañana
Cada mañana
el mundo
vuelve a crearse.
Bajo los rayos
naranjas del sol
las amontonadas
cenizas de la noche
otra vez se transforman en hojas
y regresan a lo alto de sus ramas —
y las lagunas parecen
telas negras
con islas pintadas
hechas de flores de verano.
Si tu naturaleza
es ser feliz
vas a nadar a lo largo de suaves senderos
horas y horas, y tu imaginación
iluminará cada lugar.
Y si tu espíritu
lleva en su interior
la espina
más pesada que el plomo —
si todo lo que podés hacer es
arrastrarte por el camino —
hay todavía un lugar adentro tuyo
una bestia gritando que el mundo
es exactamente lo que quería ser—
cada laguna con sus lirios encendidos
es una plegaria, escuchada y respondida
generosamente
cada mañana
te hayas atrevido, o no
a ser feliz
te hayas atrevido, o no
a rezar.
Gansos salvajes
No tenés por qué ser buena.
No tenés por qué caminar de rodillas
cientos de kilómetros a través del desierto, arrepintiéndote.
Solamente tenés que dejar que el suave animal de tu cuerpo
ame lo que ama.
Contame del dolor, tu dolor, y yo te contaré del mío.
Mientras tanto, el mundo sigue girando.
Mientras tanto, el sol y los nítidos cristales de la lluvia,
atraviesan los paisajes,
las llanuras y los bosques profundos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, los gansos salvajes, en lo alto del cielo, puro y azul
vuelven a casa otra vez.
Quienquiera que seas, no importa cuán sola estés,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, áspero y apasionado,
anunciando una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas.
El viaje
Un día por fin supiste
lo que tenías que hacer, y empezaste
a pesar de las voces
y los malos consejos
a tu alrededor —
a pesar de que toda la casa
empezó a temblar y sentiste
aquel antiguo tirón
en los tobillos.
“¡Arreglá mi vida!”
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer
aunque el viento hurgara
con sus dedos rígidos
en tus cimientos —
aunque su melancolía
fuera terrible.
Ya era bastante tarde
una noche salvaje
y el camino estaba lleno de ramas
caídas, y de piedras.
Pero de a poco
mientras dejabas atrás las voces
las estrellas empezaron a arder
a través de la tela de las nubes
y una nueva voz apareció
y lentamente
la reconociste como propia
y te hizo compañía
mientras caminabas con pasos largos
más y más adentro
del mundo
decidida a hacer
lo único que podías hacer —
decidida a salvar
la única vida que podías.
Los girasoles
Vení, acompañame
al campo de girasoles.
Sus rostros son discos pulidos
sus espaldas secas
crujen como mástiles
sus hojas verdes
tan pesadas y tantas
llenan su día con el pegajoso
azúcar del sol.
Vení, acompañame
a visitarlos,
son tímidos
pero quieren ser nuestros amigos;
tienen historias increíbles
de cuando eran jóvenes —
del clima importante
de cuervos revoloteando.
¡No tengas miedo
de preguntarles cosas!
Sus caras brillantes
que siguen al sol
van a escucharte, y todas
esas filas de semillas —
¡cada una dará una vida nueva! —
desearía comprender más profundamente;
cada uno de ellos, aunque está en medio
de una multitud, es
un universo aparte
está solo, y no es fácil
el lento trabajo
de convertir sus vidas
en celebración. Vení
conversemos con esos rostros humildes
su ropa sencilla de hojas,
sus gruesas raíces en tierra
ardiendo, tan erguidas.
Patricio Foglia nació en 1985 en Buenos Aires. Publicó los poemarios Temperley, Lugano 1 y 2, La escafandra, Tokio, Todo lo que sabemos del cielo, Sampler (Caleta Olivia, 2022) y la nouvelle Oscuras flores de duelo (Editorial Conejos, 2022). Antologó Los fuegos de Orc (poesía y ciencia ficción) y Una marca de nacimiento (poesía y filiación). Tradujo, junto con Natalia Leiderman, Salto del ciervo (de Sharon Olds), El pájaro rojo y El trabajo del sueño (de Mary Oliver). Fue guionista del podcast Mostras: Maestras de la Poesía argentina.
Natalia Leiderman nació en 1990 en Buenos Aires, Argentina. Escribe, traduce, hace fotos. Da clases de literatura y de inglés. Publicó los poemarios Animales dorándose al sol (El Ojo del mármol, 2016) y Stařenka (Caleta Olivia, 2019). Forma parte de las antologías Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas (Liberoamérica: plataforma literaria, 2017), Otros colores para nosotras: poetas argentinas contemporáneas (Ediciones Continente, 2018) y Camellia. Mujeres que toman té (Ceniza Editora, 2021). Tradujo, junto a Patricio Foglia, una selección de poemas de Sharon Olds (descargable en: www.malonmalon.com.ar) y los libros El pájaro rojo y El trabajo del sueño de Mary Oliver (Caleta Olivia, 2017 y 2020). Y forma parte de «Medusa»: agrupación de poetas y traductoras.
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