top of page
  • Carola Diez

El sonido de los libros. Una conversación con Gaby Mirza y Santiago Da Rosa

Carola Diez


Gaby Mirza y Santiago Da Rosa nacieron y crecieron literalmente dentro de una escuela. Los padres de Gaby fundaron y dirigieron una durante décadas en Montevideo, y los de Santi fueron maestros rurales, que vivían en una casa anexa a la escuela del campo en la que enseñaban. La infancia y los libros los acompañan desde siempre.



Cuando se mudaron al balneario rural Los Pinos, en la costa uruguaya, fue natural que estos rumbos del sueño se juntaran, para encarnar en una biblioteca diminuta y enorme a la vez, que reúne libros, infancia, música y playa. “El sonido de los libros” es el nombre del proyecto; la parte visible es este espacio encantador, que primero fue la casita del guardavidas, después el estudio del tatuador (que también hacía libros indelebles en las pieles) y hoy está habitado por los más hermosos libros ilustrados, y sus lectores y lectoras de pelo húmedo y pies descalzos.


Pero hay mucho más. El sonido de los libros nació de la mano de los bebés, de la guitarra de Santi y la voz de Gabriela. Rápidamente, a través de las bebetecas que se organizaban primero en las casas y después en otros espacios, quedó clara la necesidad de centrarse en ese tercer espacio: “Además de la dimensión del texto y la ilustración, está la dimensión sonora de los libros.” ¿Cómo entender la lectura sin el oído? Incluso el momento íntimo, cuando estamos solos frente al libro, es un momento de profunda escucha; lo escrito resuena y produce ecos.


Dedicados a buscar y subrayar esta anchura que suena, a “develar un amor de humanos” fueron acompañando a los bebés en su crecimiento y hoy día muestran en distintos espacios (teatros, escuelas, plazas, bibliotecas) cómo estas expansiones sonoras de lo escrito llegan a las personas de toda edad.

¿Podrían contarnos un poco quiénes son y cuál es su labor?


Nosotros trabajamos para la primera infancia, en particular para bebés, pero también para niños y niñas. Lo primero que hicimos fue trabajar en bebetecas, y después los bebés fueron creciendo y tuvimos que inventar cosas para esos niños y niñas más grandes. Empezamos a hacer actividades para un público mayor y ahí surgieron propuestas para teatro, talleres, propuestas audiovisuales y con otros formatos.


Algo que nos lleva el corazón es que tenemos una pequeña biblioteca cerca de donde vivimos —un lugar con muy poquita población que se llama Los pinos, en Colonia, Uruguay—. El proyecto se llama “El sonido de los libros”. Al tener muchísimos libros para una familia de cuatro personas, resolvimos compartir esos libros en una biblioteca con múltiples actividades. En ella hacemos talleres de todo lo que queremos, y tenemos la oportunidad de invitar a amigos autores, ilustradores, o músicos. También musicalizamos libros y después traducimos esto en encuentros con bebitos, niños y niñas, en nuestra biblioteca o en lugares del Uruguay donde nos llaman.


¿Cómo surgió la biblioteca de El sonido de los libros?


La biblioteca nació hace un año y medio. Cuando nos mudamos aquí y nuestros vecinos empezaron a conocernos, nos pidieron que hiciéramos en la comunidad lo que hacíamos en el resto del Uruguay. Como Los Pinos es un lugar tan chiquito y no hay centros educativos o teatros, empezamos a desembarcar en los livings o las salas de las casas de los vecinos. Ahí montábamos bebetecas. Pero aunque era un espacio gratuito y abierto a quien quisiera, no dejaba de ser la casa de una persona particular, y eso generaba una barrera con lo privado. Pensamos entonces que queríamos que fuera algo más abierto, y encontramos un espacio que nos prestaron —que antes era la casita del guardavidas y después el estudio del tatuador—, un lugar al borde del río que se convirtió en un paraíso para nosotros y para muchos más. Le pusimos “biblioteca abierta de literatura infantil y juvenil”.

La noción de apertura es importante para ustedes…


Claro. Si bien las bebetecas que empezamos a hacer cuando vivíamos en Montevideo también estaban abiertas a quien quisiera, no cualquiera se sentía libre de ir, pues por lo general eran en algún salón que nos prestaban dentro de un colegio privado, y generalmente iba gente del barrio o relacionada de alguna forma al colegio, por lo que no nos parecía lo suficientemente abierta. Después, a Gaby se le ocurrió llevar la propuesta a la Biblioteca Nacional y empezamos a hacerlo ahí. Quedamos muy felices con esa experiencia, en nuestro recuerdo es como una isla en un universo donde pasaron cosas maravillosas.


Ahora, en nuestra biblioteca de la comunidad, queremos que los más chiquitos y las más chiquitas puedan ir, como mínimo, a llevarse un libro prestado a su casa sin tener que pagar nada. El tema económico no es lo importante para nosotros, porque queremos que sea un espacio bien abierto. Entonces nadie nos financia, y tampoco cobramos cuota. Cuando hacíamos las bebetecas en las casas, hacíamos trueque con quienes nos recibían, y nos daban verduras por ejemplo (porque hay muchos productores locales). Lo más parecido a lo monetario que tenemos es una lata para aportaciones que está en la biblioteca, porque también hay gente que se siente muy incómoda si no aporta dinero, y no queremos que existan incomodidades.


¿De dónde vienen los libros que hay en la biblioteca?


Todos los libros son nuestros, libros que teníamos en casa. Algunos nos los han regalado editoriales, autores, o familias. Pero decidimos no recibir donaciones, pues corremos el riesgo de llenarnos de libros que no nos gustan, y somos muy cuidadosos con lo que hay en la biblioteca, porque queremos que cada libro que haya esté buenísimo. A veces pasa que hay personas que no quieren ciertos libros y no pueden tirarlos por un tema de solemnidad con el objeto libro, pues se suele pensar que está mal tirar un libro, o que está prohibido.

¿Y cómo se aseguran de que solo haya libros buenos para ofrecer?


Hay algo intuitivo al hacer la selección, pero esa intuición está conformada por el conocimiento que hemos ido generando. Claro que nos fijamos en la calidad de la ilustración y del texto, y en cómo está pensada la edición, pero lo más importante es que sea un libro honesto. Hay temáticas que quizá no tienen que ver con nuestra propia sensibilidad, pero creemos que es importante poder captarlas para que un niño o niña entre y siempre encuentre algo personal, que no tenga que ver con Gaby ni con Santi, sino con ellos o ellas mismas. Así que buscamos también que sea lo más diverso posible… ¡Es tan variada la infancia!


Nos ha pasado que llega alguna niña o niño a la biblioteca diciendo: ¡a mí no me gusta leer! o ¡a mí no me gusta ningún libro!, y entonces nos ponemos como locos a buscar algo, porque seguro hay alguno que sí le guste.


También, cada cosa que hacemos tiene que ver con gente que admiramos, porque esas personas han pensado cosas que nos maravillan. Pensamos en Graciela Montes, por ejemplo, o en Daniel Goldin, porque cada vez que amamos un libro podemos ver que está su nombre en él. Así que estamos muy agradecidos con esas personas.



¿Cómo sonorizan los libros?


Tenemos muchas formas distintas de llegar al resultado final, pero por lo general tomamos un libro que nos encanta y empezamos a buscar qué sonidos nos está pidiendo ese libro. Hay libros cuyo texto musicalizamos, como los poemas, por ejemplo, y hay libros que ya son canciones, entonces nuestro trabajo es ejecutarlas lo mejor posible. A veces intervenimos el libro con música en momentos puntuales donde sentimos que amerita una canción, y encontramos que esa canción multiplica o amplía sentidos diversos. Agregar la dimensión sonora nos permite intensificar algo en particular de un libro.


Pensamos cada libro como una escena que podría ser como una canción dentro de un concierto, y entonces planificamos un repertorio que siempre se modifica, y en el que tratamos de ir cuidando los momentos en los que aparecen la voz cantada o hablada, la guitarra, etcétera. Cuidamos también la entonación. En la bebeteca en particular, nos amplificamos la voz para poder susurrar y que nos escuchen, porque la voz susurrada es una maravilla. Para hacer esta musicalización, creemos que hay una sensibilidad que no tiene que ver solo con la ejercitación de la voz o con el estudio formal, sino con una cierta vitalidad de un libro en especial que nos fascinó, y ese gusto es imprescindible.


¿Cuál es la importancia del sonido para ustedes?


Lo primero que los humanos sentimos, además del tacto, son los sonidos. La primera narración de nuestra vida y del mundo exterior llega a través del sonido, tanto de nuestra mamá o papá, como de lo que nos rodea. Pero se trata de sonidos en su característica más musical, pues no estamos atendiendo al sentido de lo que escuchamos. Partiendo de eso tan importante, —el hecho de que los bebés, ya desde dentro de la panza, lo primero que reciben del mundo externo es lo sonoro— pensamos que el libro tiene que vincularse con ese origen, con esa primera narración que recibimos a través del sonido. No se trata solo de pensar en música, sino atender a cómo suena la palabra en un espacio más comunitario, cómo se comparten narraciones en colectivo. Los libros son una construcción cultural que la humanidad ha desarrollado a lo largo de mucho tiempo, y más que su contenido, son una manera de traspasar algo a quienes vienen después.


Nosotros somos muy fans de Liliana Herrero, y en su libro Vanguardia y canción popular, ella dice que la música es un modo de pensar, que hay una simultaneidad extraordinaria que se produce entre el pensamiento y la música. También dice que no hay música retirada del pensamiento. Eso es una maravilla. En realidad, no hay ningún sonido retirado del pensamiento, porque la palabra dicha también es música.



 

Algunos links para conocer más sobre el trabajo de Gaby y Santi:


Sobre la biblioteca:


Cantando en el campo:



Danzar con libros:


Los niños entrevistan a Gaby en la escuela:





Te pueden interesar:

1733 visualizaciones

2024 Jardín Lac

bottom of page