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Entre el refugio y la resistencia: el papel crucial de las bibliotecas públicas estadounidenses

  • Alejandra Quiroz Hernández
  • 28 mar
  • 6 Min. de lectura

Condenadas supuestamente a desaparecer por la digitalización de los acervos y la posibilidad de acceso remoto a ellos, las bibliotecas públicas son como el agua y la vida: aparentemente se pierden en los momentos de crisis, pero reaparecen resignificando su sentido. En estos momentos en los que se multiplican las causas que llevan a muchos a abandonar su hogar y, al mismo tiempo, se estigmatiza a los refugiados. se muestra como las bibliotecas son mucho más que un recinto con libros.  


Biblioteca Independence Branch. Foto Alejandra Quiroz Hernández
Biblioteca Independence Branch. Foto Alejandra Quiroz Hernández

Estaba cenando en un restaurante italiano en Coral Gables, Florida, cuando escuché a alguien decir: “no, es que la biblioteca central (de Miami-Dade) está en un edificio precioso, pero ahora está llena de indigentes”. La frase fue música para mis oídos pues indicaba una realidad que no podía dejar de observar, además de comprobar de qué manera las bibliotecas públicas siempre están bajo el radar de la opinión pública, al menos en algunos países. 


Pasé la mañana del lunes 21 de octubre de 2024 en la Biblioteca Pública Central de Miami-Dade. En la explanada pude observar carritos de supermercado llenos de bultos, debidamente asegurados. La planta baja de la biblioteca tiene un lobby con algunas mesas que además de servir de apoyo para la búsqueda en el catálogo, también tienen puertos de conexión. La mayoría estaban ocupadas por personas en situación de calle. Para ellas, la biblioteca ofrece un espacio para guarecerse pero también asearse, descansar e, incluso, educarse. Es así como es posible constatar la relevancia de estos espacios a los que se llega por un motivo, pero permaneces por otro muy distinto.


La visita a esta biblioteca me hizo reflexionar sobre la atención a población vulnerable y/o minoritaria en EUA. Desde hace casi una década es frecuente leer a quienes aseguran que de no ser por su larga tradición, hoy no habría bibliotecas o estarían prohibidas. Justo por eso, la relevancia social de las bibliotecas se valora y defiende más que nunca. El 65% de los estadounidenses aseguran que la biblioteca pública les ha ayudado a crecer como personas1


Las bibliotecas públicas estadounidenses han evolucionado de tal modo que su compromiso con la sociedad es encomiable. Iba a escribir ciudadanía pero me corregí porque no sólo atiende a quienes pueden acreditarla. La diversidad de la población vulnerable que suelen considerar en sus programas y servicios es amplia. Esto se ha documentado en numerosos reportajes pero también en películas como The Public (E. Estevez, 2018), que narra la demanda de un grupo de personas sin hogar que necesitan un refugio para guarecerse durante el crudo invierno de Detroit.


Explanada de la biblioteca. Foto Alejandra Quiroz Hernández
Explanada de la biblioteca. Foto Alejandra Quiroz Hernández

En general, los servicios tradicionales que ofrecen las bibliotecas son fundamentales para la población vulnerable. Esto abarca la conexión a internet, el uso de dispositivos electrónicos, e incluso algo tan elemental como la toma de corriente o el acceso a baños limpios. Algunas bibliotecas preparan kits de higiene que cualquier persona puede solicitar, sin necesidad de justificarlo. También ha trascendido mediáticamente el entrenamiento del personal para administrar NARCAN, un medicamento para tratar las sobredosis por opioides. 


Según cifras oficiales, para el año 2022, en Estados Unidos el 14% de la población se identifica como inmigrante. Esto implica que las comunidades sean cada vez más diversas racial, étnica y lingüísticamente. A menudo, el servicio de biblioteca se vuelve algo inédito en las vidas de esta población. Es incluso probable que en su país de origen no hubieran frecuentado ni disfrutado algún tipo de espacio cultural. Esta es tan solo una de las razones por las que la biblioteca se vuelve indispensable en sus vidas, aunque también es desafiante su integración si no están habituados a este tipo de infraestructura social.


Dado que el personal de las bibliotecas toma rápida conciencia de su entorno, es común que ofrezcan actividades en distintos idiomas. Esto implica la definición de un presupuesto que permita tener recursos de información en varios idiomas, así como la participación de voluntarios para desarrollar las actividades. En el caso del idioma español, es muy significativa la visita de bibliotecarios estadounidenses a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde adquieren libros para el público hispanohablante. Si bien podrían simplemente recibir un catálogo digital, el esfuerzo de asistir a la feria es significativo para identificar las historias que desean llevar a su comunidad. 


Otro programa relevante es el dedicado a la enseñanza del inglés como segundo idioma (ESL, por sus siglas en inglés). Es común que los recién llegados no dominen el idioma, lo que los pone en una situación aún más precaria y vulnerable. Aquellos que tienen interés en mejorar sus oportunidades acuden a la biblioteca a aprender inglés, mientras que otros, por diversas razones, no se acercan a estos programas. Sin embargo, se ha identificado que incluso hay hispanohablantes que no dominan su propia lengua materna. Debido a esto, se aseguran también de instruir el aprendizaje del español para que, posteriormente, los cursos de ESL no sean tan complicados. Finalmente, este servicio se complementa con el programa de ciudadanía, que busca formar a los aspirantes a conocer la historia del país al que quieren naturalizarse. Cuando se completa el programa, la biblioteca suele ser sede de la ceremonía de naturalización.



Otros idiomas. Foto Alejandra Quiroz Hernández
Otros idiomas. Foto Alejandra Quiroz Hernández

Es sabido que las comunidades migrantes también contribuyen al enriquecimiento de la ciudad en que se instalan. En Independence Branch, una de las sedes de la Free Library of Philadelphia, ubicada a unas cuadras de donde se exhibe la Campana de la Libertad, aloja una colección memorial de cultura china, además de recibir diariamente los periódicos impresos en ese idioma. La señalización dentro de la biblioteca está en inglés y chino. Este espacio integra la  identidad multicultural con la historia del barrio donde se recuerda la Independencia estadounidense. 

Por su parte, la biblioteca pública central de Miami-Dade cuenta con una colección en creole que está creciendo a medida que aumenta la población caribeña en Florida. Entre la colección de libros en español, no pude evitar identificar a primera vista un ejemplar de Álgebra de Baldor. Un clásico latinoamericano, por lo visto.


Laura Bush solía decir que el objeto más valioso en su bolsa era la credencial de la biblioteca. Curiosamente, esto también puede ser real para inmigrantes indocumentados que pueden utilizar dicha credencial como forma de identificación secundaria para acceder a distintos servicios, incluyendo abrir una cuenta bancaria. Los primeros registros de esta acción datan de 2018, con el surgimiento de una Credencial de Biblioteca Mejorada, (ELC, por sus siglas en inglés). Esta condición se ha hecho posible en diferentes condados que han transformado sus credenciales de biblioteca en documentos más sofisticados que integran fecha de nacimiento, domicilio y fotografía.


Aunque cada sistema bibliotecario se organiza de manera distinta en los diversos estados, la tendencia actual es ofrecer la credencial a todos aquellos que la solicitan. Hay flexibilidad para acreditar la residencia: desde un recibo a nombre de un familiar, hasta una declaración jurada. La implementación de la ELC ha sido un compromiso decidido para la inclusión de población vulnerable que no podía gozar de los servicios de la biblioteca.


La biblioteca pública estadounidense de hoy es heredera de tres siglos en los que operaba casi exclusivamente para los hombres blancos. Apenas a mediados del siglo XIX se permitió la entrada a mujeres a algunas salas, logrando un acceso generalizado a principios del siglo XX. Respecto a la segregación racial, fue debido a los movimientos para abolir la esclavitud que comenzaron a surgir las bibliotecas segregadas por raza a finales del silgo XIX. Es posible identificar la década de 1960 como la época en que se logró la integración de las bibliotecas públicas, en coincidencia con la lucha por los derechos civiles que, por supuesto, implicaba el derecho de acceso a la información.


El nuevo milenio ha sido un momento decisivo para la transformación social. En 2021, la Biblioteca del Congreso Estadounidense corrigió los encabezamientos de materias denominadas aliens e illegal aliens por noncitizens e illegal immigration, una decisión que muestra la manera en que las bibliotecas y su personal llevan años de lucha por la igualdad y la inclusión. Hoy día se encuentran amenazadas no solamente en materia presupuestaria, sino en la propia diversidad de libros que pueden albergar y servicios que ofrecer. Lo cierto es que mientras haya bibliotecarios, habrá resistencia. Sirva este texto de homenaje a su quehacer, y de ejemplo a lo que nos falta por hacer en otras latitudes2.



 
  1.  Aberg-Riger, A. (2019) “A History of the American Public Library” en CityLab Bloomberg https://www.bloomberg.com/news/articles/2019-02-19/how-american-cities-got-their-libraries.

  2. “Library of Congress Changes Illegal Aliens Subject Heading” en American Libraries https://americanlibrariesmagazine.org/blogs/the-scoop/library-of-congress-changes-illegal-aliens-subject-heading/

 

Alejandra Quiroz Hernández (1986). Bibliotecaria. Ha sido docente de educación básica y bibliotecaria escolar. De 2016 a 2018 coordinó los Servicios Educativos de la Biblioteca Vasconcelos (CDMX), donde ensayó otras formas de hacer biblioteca en México. Actualmente es consultora independiente sobre primera infancia, bibliotecas, participación infantil y estudios de género así como editora de álbum ilustrado.


 
 
 

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