Linda Manzanilla Naim es arqueóloga de formación. Se recibió con los máximos honores en México y en la Sorbona de París y ha tenido a lo largo de su carrera numerosos reconocimientos. Uno de ellos es el ser la primera mujer mexicana en entrar a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, ese selecto club en el que están o han estado 500 de las poco más de 800 personas que han ganado un Premio Nobel, en toda la historia.
No sé si entre todas las distinciones que ha recibido le habían llamado antes maestra de lectura. Pero, a medida que me adentro en su minucioso trabajo, más convencido estoy de que ella es una gran maestra de lectura.
Durante más de tres décadas ella ha coordinado un numeroso grupo interdisciplinario, para poner al descubierto y leer uno de los objetos de lectura más fascinantes de la historia americana: Teotihuacan. Una ciudad no menos importante, compleja y multiétnica que otras grandes urbes de la Antigüedad como Alejandría, Constantinopla o Roma.
En su lectura ella ha resaltado la singularidad de Teotihuacan frente a las otras grandes ciudades americanas: su cualidad multiétnica, y ser una sociedad corporativa, en la que los grupos sociales eran más importantes que los individuos.
Esa ciudad que llegó a albergar a más de 120,000 habitantes y 20 km cuadrados, en la que se hablaban siete idiomas, logró conciliar de manera más o menos armónica las tensiones de la diversidad cultural. ¿Por qué desapareció?
No tenemos indicios de que haya sido por un enemigo externo. A partir de sus investigaciones podemos conjeturar que se debió a que los teotihuacanos, lograron conciliar las tensiones de la diversidad, pero no lograron resolver las derivadas de la desigualdad, de la misma manera en que no lograron mantener un equilibrio entre el desarrollo urbanístico y el entorno.
¿Es la historia maestra de la vida como pretendía Ciceron? Tal vez.
En todo caso, hay que aprender a leerla con rigor.
La maestra de lectura Linda Manzanilla nos propone una lectura de esa megaurbe abiertamente diferente a las otras grandes ciudades mesoamericanas, ellas sí centradas en un poder personificado por un emperador y hostiles a la diversidad.
Teotihuacan tendría mucho que enseñarnos.
La conversación que tenemos el gusto de compartir con ustedes es apenas una probadita. Como auténtica maestra de lectura, Linda nos invita a seguir leyendo, a contrastar lecturas desde diversas perspectivas, a dialogar con el pasado con rigor, si es que queremos aprender de la experiencia.
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